jueves, 30 de julio de 2009

Esos jóvenes jazzistas de mi Isla

Hoy quiero comentarles sobre algunos jóvenes que les gusta hacer jazz. Disfrutan en escena de cada improvisación salida de sus instrumentos. Esa música les fluye de un modo singular, porque allí le ponen el aderezo nacional. Son noveles músicos, graduados de las escuelas de arte en muchos casos, que emergen por su talento en el panorama sonoro de la Isla.
Tienen un recorrido considerable, pero todos coinciden en que el Concurso Internacional de Jóvenes Jazzistas Jojazz, marcó un punto de cambio en sus carreras.

ELLOS TIENEN LA PALABRA


«Estoy contento de que haya jóvenes optando por hacer música seria y buscar nuevas sonoridades, algo que es bien difícil en estos tiempos. Por ejemplo, entre los pianistas cada uno tiene su propio estilo.
«Pero pienso que quedan muchas cosas por hacer, y ojalá hubiera más lugares donde tocar y confrontar todos juntos. Sería mayor nuestro movimiento, aunque creo que se nos está dando más valor y oportunidades. Grabamos discos con el sello Colibrí, que está haciendo un gran trabajo. Espero que siga. Talento en esta Isla sobra». (Harold López-Nussa, pianista)
«Nuestro movimiento está tan fuerte como el de los viejos. Somos una generación que va a suceder a la que está bien sembrada. Hay un montón de proyectos. Están los de Rembert Duharte, Yasek Manzano, Abel Calderón, Dayramir González, Jorge Luis Pacheco...; dentro de los cuales hay grupos bases como el de Yasek y el mío.
«En mi caso, me relaciono con la cultura oriental, con el changüí, el son y lo tradicional, porque soy de Holguín. Todo eso lo he insertado en el ambiente jazzístico, y eso me diferencia, aunque tenga cosas en común con Harold, Aldo López-Gavilán y Rolando Luna». (Alejandro Vargas, pianista)
«El Festival Internacional Jazz Plaza de La Habana es para nosotros un viaje hacia las raíces. Nos sirve como ejemplo para saber de dónde venimos. El intercambio es recíproco. He participado en casi todos los festivales, desde 1995 hasta la fecha, excepto en 2001 y 2002. Recuerdo que la primera vez que asistí toqué con Bobby Carcassés». (Yasek Manzano, trompetista)

JOJAZZ, ESPACIO PARA DESPUNTAR

«Considero que los jóvenes jazzistas son, quizá, una de las bases más fuertes que tenemos en términos de creación contemporánea», me ha explicado la musicóloga Nerys González, quien organizó el V Coloquio Internacional de Jazz dentro del festival Jazz Plaza, un espacio teórico que reunió a artistas y especialistas para reflexionar sobre la temática.
«Soy de las que comparte el criterio de que en la producción jazzística está la vanguardia de la música cubana actual. Este es un momento en el cual, afortunadamente, está creciendo una hornada de pianistas increíbles. Cada uno tiene muy bien definido qué es lo que quiere hacer y cuál es su camino. Eso es digno de elogiar y reconocer.
«No ha sucedido con el jazz como en otros rubros de la música cubana, en los que se tiende a la mimesis, que es cuando el otro que va surgiendo copia al establecido. En este caso no es así, y son los jóvenes cultores del género los que marcan pautas para la creación y por dónde se conducirá el futuro del jazz cubano».
La investigadora opina que lo anterior tiene que valorarse no solo desde el plano de la teoría, sino de la difusión, promoción y en la discografía, donde destaca el trabajo de Producciones Colibrí, que acoge al joven espíritu del jazz nacional. González subraya, además, la importancia del Concurso Jojazz, presidido por Alexis Vázquez. Allí, a la vez que se compite, se debate en el coloquio sobre el impacto de las nuevas generaciones en el género. Para muchos de los ganadores, el encuentro juvenil, que se desarrolla anualmente en la capital, ha marcado el inicio de sus carreras profesionales, y hasta el debut fonográfico.
El pianista Dayramir González encontró en Jojazz ambas oportunidades. «Es para los músicos jóvenes la posibilidad real de llegar al público. Tuve la suerte de ser premiado en 2004 en interpretación, y en 2005 en composición. El concurso me abrió muchas puertas, como la de poder grabar este álbum maravilloso llamado Dayramir y Habana Entrance, que tuvo tres nominaciones al Cubadisco 2008».

¿JAZZ JOVEN EN LA DISCOGRAFÍA CUBANA?

Es el disco uno de los soportes que también nos acerca a la obra que hoy hace esta nueva generación de músicos. En el catálogo de Producciones Colibrí figuran muchos de ellos. Gloria Ochoa, su directora, indica que estos jóvenes están dentro del sello Cinquillo, que trata de abarcar lo mejor de la creación musical popular, desde la canción, el bolero, la música bailable, hasta el jazz.
«Tenemos ocho títulos editados, de ellos seis están al alcance del público. Nos enteramos que acaba de llegar a Cuba el séptimo, que es el de Ariel Bringues, y en unos días estará acá el de Yasek Manzano (un CD-DVD).
«Por salir de fábrica están los álbumes de Tamara Castañeda y de Rembert Duharte. Tenemos en proceso tres títulos más. Está grabando Rolando Luna y luego haremos un disco vocal con Janet Hernández, la cantante del grupo de Yasek Manzano. Hay otro proyecto muy interesante para este año, que es vocal e instrumental. También existen otros dos, que están en fase de entrar a producción».
—¿Qué impacto tienen estos discos en eventos fonográficos como el Cubadisco?
—Los discos han tenido tremenda aceptación. Tienen su estética de presentación, logo que los identifica, y constituyen una gran propuesta musical. Esto ha propiciado que todos hayan sido nominados a Cubadisco, y tres de ellos resultaran premiados en sus distintas categorías, como sucedió con los CD de Dayramir, López-Nussa y Vargas.
«Ahora presentaremos en esa feria discográfica la producción de Ernesto Camilo Vega, que es excelente, la del saxofonista Ariel Bringues, así como la muy esperada de Yasek Manzano. Tenemos muchas posibilidades por donde competir este año».
—¿Solo los jóvenes jazzistas integran el catálogo de Colibrí?
—Apostamos por el género. Pensamos que es de alto rigor de interpretación y creación, y que tiene un elevado nivel en Cuba. Nuestros jazzistas pueden trabajar cualquier línea y tienen su propia identificación, que se diferencia del resto del mundo, porque sí hay un jazz cubano. «Nosotros trabajamos con importantes figuras del país. Tenemos discos de Germán Velasco, Mayra Caridad y Chucho Valdés, junto al cuarteto de este último; y terminamos el DVD de Ernán López-Nussa».
Me parece que estos muchachos llevan tatuado el legado de los conocidos artistas del género, como Chucho Valdés, Ernán López Nussa y muchos otros. Lo cierto es que también entre «los nuevos que llegan al jazz» hay una apuesta creativa y novedosa, con un lenguaje armónico sumamente contemporáneo. Ellos son los continuadores de ese estilo musical. Y enhorabuena, que así sea.
*Este trabajo fue escrito a cuatro manos, entre Carla Colomé y yo.

martes, 28 de julio de 2009

Lo música que gusta a los lectores de Música Cubana

Ando motivada por lo que algunos de los lectores de Música Cubana opinan. Estuve mirando en los comentarios que me dejan y me parece interesante como el gusto se mueve entre ustedes. Para Rafael Alberto es la música fusión la que «viene a cubrir un espacio importante» en el panorama sonoro del país. Para Rafael son «los géneros puros los eternos, pero la nueva creación va tomado un camino interesante. Me contenta mucho los trabajos de X, Vivanco, Interactivo. Es una especie de válvula de escape».
Mi amiga, la periodista española Pepa Rosales la música es su vida. Ella, que lleva religiosamente un programa de música de la Isla Antillana en la ciudad donde reside, ha comprobado que «a lo largo de los años la melodía es mi compañerita y la única que me alegra el alma».
Pepa sin reparos confiesa: «Muchas veces he querido hacer una lista de canciones que me han marcado ... pero sería tan larga.....Siempre hay una canción para cada momento de la vida y sin la música todo sería mucho más triste». Desde aquí la animo para que vuelque en papel blanco todas esas ideas que flotan en su mente.
Pero sigamos con los que me cuentan del lenguaje sonoro. Agustín Dimas López Guevara me ha contado que le parece interesante compartir criterios sobre el mundo musical y hasta nos propuso una de sus décimas inspirada precisamente en uno de los músicos fundamentales a la hora de hablar del llamado boom de la salsa de los años 90 en Cuba, José Luis Cortes.
Sobre El Tosco, Agustín dice en la espinela que forma parte de su libro Todo es música y razón, «hablo de él porque conozco/ el gran músico que es./Su pluma marca un después,/cuando irrumpe con su Banda:/arregla, compone y anda,/ con la síncopa encendida,/dándole canto a la vida,/con NG, la que manda.
Tony Reytor, un colega de Suecia, asiduo de Música Cubana, también se animó y dijo: !Qué viva la Musica! Porque al final Música es vida, es algo que llevamos dentro, como diría el gran escritor cubano Alejo Carpentier. Por eso quiero provocarlos hoy, lectores, adictos de la música, para que hablen de lo que les provoca ese sonido que otros, ustedes han creado y que forma parte de nuestra cotidianidad. Espero por sus comentarios.

lunes, 27 de julio de 2009

El son arrasa sin excesos de equipaje


El son está lejos de irse de los llanos y las lomas cubanas. Isla adentro la música popular encuentra los resquicios necesarios para seguir de referente entre los bailadores.

Sus cultores, fieles continuadores de la obra de Miguel Matamoros, Benny Moré y Miguelito Cuní, hacen posible con su creatividad que tal melodía persevere en el tiempo, y reverencian a ese público, ávido de moverse al compás del ritmo.

Producciones discográficas recientes hablan por sí solas de esa continuidad musical de antaño. Pero en ellas aparecen mezclados los elementos más contemporáneos del género, para demostrar que el estilo reverdece.

Arrasando, de Juan Formell y Los Van Van; Cubano Cubano, de Yumurí y sus Hermanos; Exceso de equipaje, de Azúcar Negra; y Lo que tú querías, de Gardi, ponen en un elevado punto a la música bailable actual.

Con un afinado e inteligente olfato para recorrer los caminos del género, estas agrupaciones logran mediar entre los gustos de sus receptores y las inquietudes musicales propias, y revierten ciertos criterios de que en el son ya todo está escrito.

Arrasando

La última entrega de los Van Van, Arrasando (EGREM 2008), viene a satisfacer con creces la espera de cuatro años sin entrar a los estudios de grabación. En 13 sencillos, la emblemática orquesta que dirige Juan Formell vuelve a mostrar el aire renovador que la ha caracterizado por casi 40 años.

Lo nuevo del «Tren» es fiel a las crónicas cantadas recogidas en álbumes anteriores, que se adentran en realidades cotidianas desde la perspectiva de las relaciones interpersonales y de pareja.

En esa línea se mueven Tú a lo tuyo, yo a lo mío, de Formell, y El travesti, del humorista Jorge Díaz, quien además habla de la necesidad de mantener la autoestima en Si no te quieres tú.

Por su parte, Formell incluyó Este amor que se muere, antiguo tema suyo que apareció en el volumen VIII de la colección Juan Formell y Los Van Van, de 1988, y que ahora regresa en una versión interpretada por Yenisel Valdés.

Uno de los títulos más interesantes del disco es quizá La rumba no, un verdadero tratado musical donde el líder de la agrupación expresa sus conceptos de la manifestación, a la vez que pone de fondo un osado arreglo instrumental.

El regreso discográfico de Van Van está permeado del concurso de autores que integran la agrupación, como el baterista Samuel Formell y el cantante Roberto Hernández. También aparecen números de Kelvis Ochoa y del panameño Rubén Blades.

«Me dieron mucha alegría las composiciones de Samuel y Robertón, y me dije: “estamos vivos”. Porque Van Van ha acostumbrado al público a pegar números cada año y eso no es fácil. Todo el mundo le entró a esto con deseos, hemos madurado y en este disco demostramos que se puede hacer buena música bailable y agradable al oído», comentó Formell en la presentación del CD.

Por su parte Pedro de la Hoz, periodista del diario Granma, expresó que con el fonograma «el meridiano de Los Van Van volverá a confirmarse en su indiscutible altura e irreductible jerarquía. Debo decirles que Arrasando ya arrasa».

Ese eterno son cubano

Una apuesta absoluta por el son cubano se percibe en las otras tres propuestas discográficas salidas recientemente. Cada una marca diferentes maneras de acercarse al ritmo, pero es indiscutible que, desde sus perspectivas, se acuñan dentro del género.

Moisés Valle (Yumurí) buscó con su CD Cubano Cubano un concepto coherente y una sonoridad que —aseguró— «tenía que mantener, un estilo marcado en la música popular cubana con toda la riqueza que tiene y sin perder las esencias y mi forma de interpretarla. Yo soy un sonero. Más allá de las modas, ese es mi compromiso».

El disco, editado por Bis Music en 2008, contiene diez temas. Cinco de estos fueron compuestos por Yumurí, mientras incluyó Soltero en carnaval, de Cándido Fabré —interpretado por Yumurí y Fabré—; Soy el negro, de Pedro Pablo Núñez; y Sin presión, de Osnel Odit.

Pega’ito a la tarima, uno de los tracks que goza de popularidad en la radio, le surgió a su autor en «un carnaval en Guantánamo, la guagua paró y escuchábamos en la emisora, un tema de Ricardito y los Latinos, de los años 70. Eso me influenció al componerlo».

Una lograda cadencia melódica se observa en el disco, insuflada por los músicos de la orquesta y por artistas invitados como Alexander Abreu (trompeta), Amaury Pérez (trombón) y Rolando Luna (piano), a lo que se sumaron los arreglos musicales de Emilio Vega y Orlando Valle (Maracas), entre otros.

Exceso de equipaje (EGREM 2008), de Azúcar Negra, también irrumpe en el panorama sonoro nacional por estos días. El cuarto volumen del grupo es definido por su director, Leonel Limonta, como una apuesta por la variedad «dentro del son», aunque no desechan otros estilos, entre ellos la bachata, hecha siempre «a la manera» de Azúcar Negra.

«Es un álbum para todos los gustos y edades. Tiene un DVD graficado con entrevistas a Haila, al percusionista Giraldo Piloto, director de Klimax, y a otros artistas; además de fotografías y videoclips de la orquesta», afirma Limonta, quien tuvo a su cargo la composición de la casi totalidad de los números (13) del CD, algunos de ellos muy difundidos (Estrés, Vive el verano e Identidad).

Exceso..., subraya, es un disco muy bailable que defiende este tipo de música a capa y espada. «Amén de que le damos la bienvenida a otras manifestaciones, nosotros no debemos dejarnos caer, porque somos la columna vertebral de la música popular».

De ese tronco común emerge Gardi, un joven que se mueve en la zona más «suave» del género. Con Lo que tú querías (CD DVD de la EGREM), el cantante presenta nueve títulos que resultan muy cercanos a nuestros oídos —como Quién te dijo, Con quién te ves y Tan mala que eres—, para dialogar sobre el amor y el desamor.

Adalberto Álvarez dijo en el DVD que acompaña al disco, que Lo que tú querías está en el «marco de lo que es la música bailable actual en Cuba. Me llamó la atención, en estos tiempos donde la música anda un poco loca, que alguien como Gardi haya encontrado su camino, y sea fiel a su proyecto, a lo que él cree. Eso tiene un valor increíble».

Gardi asegura que su álbum cubre lo que la gente no se espera de él. «En Lo que tú querías vuelco, quizá, el sabor de las grandes orquestas cubanas».

Desde Jesse Suárez, Osmany Collado y Germán Noguera, hasta él mismo; plasmaron esa visión en varias de las letras del fonograma, que contó además con la dirección musical del pianista Miguel Núñez.

Atrapar desde la primera vista

Al mirar estos discos se palpa que hay en ellos una búsqueda por «atrapar», pues acompaña al contenido musical, un trabajo con la fotografía y los elementos gráficos que le permite el diseño visual.

«Dibujar» desde las portadas, las imágenes y tipografías que captan la esencia de cada título, no fue tarea fácil. Sobresale Arrasando con la mujer que, con ojos cerrados, pide a Formell un autógrafo en su mano, como símbolo de lo que ha significado Van Van para ella —y todos—. Resalta la sencillez y humildad de la reverencia de Yumurí ante lo cubano, ante esa palabra mayúscula que nos dice lo que somos y de la valía con que estamos hechos.

Aunque al final, el acto creativo es un proceso colectivo de ideas y la selección pasa por gustos y preferencias; también percibo ciertos lugares comunes y pobreza imaginativa en otras de las instantáneas. Me sorprendió descubrir en una de las contraportadas, a una mujer que desentona entre un contrabajo y la agreste figura de la vulgaridad, para que ni por torpeza acierte con el nombre del álbum.

No obstante, pienso que estos cuatro discos de música bailable llegan a buena hora. Arrasando, Cubano Cubano, Exceso de equipaje y Lo que tú querías, vienen a colmar las siempre crecientes expectativas de los bailadores.

viernes, 24 de julio de 2009

Adalberto Álvarez: No creo que la gente olvide el son

Quizá todo comenzó con el repique de una orquesta que todavía desgrana sus notas en Camagüey, de esas que siempre cultivarán el son de la loma. Tal vez el inicio estuvo en aquella insistencia materna que lo llevó a aprender la voz acompañante. ¿Acaso sería su propia obstinación al estudiar y admirar a grandes de la música popular cubana?

Adalberto ÁlvarezLo cierto es que Adalberto Álvarez es una suerte de sonero que, como afirmara Guille Vilar, nos ofrece «un viaje hacia la modernidad con la tradición a cuestas». Ningún cubano puede olvidar las antológicas canciones A Bayamo en coche, El son de la madrugada o Y qué tú quieres que te den. Son piezas brindadas a los bailadores en un pacto irrenunciable con uno de los géneros más genuinos de la Isla.

El Caballero del Son se impone, como práctica diaria, preservar las raíces de la nación. «Por eso perfecciono la música del nuevo disco de la orquesta, cuya grabación será a finales de abril».

Experimenta, pero no se aparta de las filas de lo que considera «algo trascendente que no debemos olvidar». De ahí que su nuevo fonograma resulte «muy bailable, con invitados que tienen mucho que ver con la música que escribo, como los muchachos de Gente D’ Zona y los cantantes de la Aragón. Así que tendrá un poco de todo», apunta al iniciar este diálogo.

—¿Las influencias de su padre, Enrique Álvarez, marcaron un referente musical en los inicios?

—En la casa de mi infancia siempre se escuchó música. Mi padre tenía un grupo sonero —tiene todavía—, y lo que lo influenció a él fue, indirectamente, lo que me pasó a mí, el ambiente del hogar. Mi mamá, Rosa Zayas, me enseñó a cantar la segunda voz. Mi abuela materna cantaba en la iglesia evangélica. Así que había toda una confluencia de diferentes corrientes musicales, que, lógicamente, tuvo que ver con mi desarrollo musical posterior.

—¿Cuánto le aportó la orquesta Son 14 a su carrera? ¿Cómo le fue en esa experiencia como director?

—Esa era mi segunda oportunidad de dirigir, porque la primera fue Avance Juvenil, creada por mi padre. Cuando terminé en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y me fui a trabajar a la Escuela Vocacional de Arte de Camagüey, mi papá me dio las riendas de su agrupación para que pudiera experimentar.

«De hecho, siete de los músicos más jóvenes de Avance Juvenil se fueron conmigo a Santiago de Cuba. Mas ese repertorio de Son 14 estaba probado y ensayado en la orquesta de mi padre. Dirigir allí estuvo antecedido por esa experiencia, y resultó menos complicado».

—¿Por qué decidió dejar la agrupación si estaba en tan buen momento?

—El inconveniente era la vivienda. Yo no era santiaguero, sino de Camagüey, y vivimos seis años en una casa de visita, hasta que llegó el momento en que no se pudo más y, lamentablemente, hubo que separarse.

—¿Cómo asumió el reto de mostrar un concepto musical diferente al conformar su propia orquesta en los años 80?

—Eran mi música y mis arreglos, aunque creo que lo que marcó a Son 14 fue el sello de Tiburón. Sin embargo, el nuevo grupo tenía otro formato, con el incremento del timbal, trombones, un teclado y otros cantantes. Era una sonoridad diferente, aunque estuviera el mismo arreglista y compositor.

—Hay estudiosos que afirman que la crónica urbana, la trova y la influencia de la poesía de Nicolás Guillén, matizan sus piezas musicales. ¿Cómo define Adalberto Álvarez sus composiciones?

—Trato de hacer canciones que la gente logre entender. No rebusco palabras; utilizo un lenguaje sencillo y que sea internacional. A veces busco temas locales, del costumbrismo, como ese de Un pariente en el campo. Pero trato de usar frases que se entiendan en un contexto universal, que lo pueda escuchar un dominicano, un panameño, un italiano, y sepa de qué estoy hablando.

«Soy respetuoso con las letras y muy optimista. Me gusta que la gente se sienta feliz cuando escuche una canción, un disco o un concierto míos».

—¿Está su obra permeada de elementos afrocubanos y de esa variedad cultural existente en la Isla?

—No es una intención componer siempre con elementos folclóricos, aunque están presentes de alguna manera en todos los que cultivamos el son y las demás manifestaciones artísticas. No creo que sea una tarea obligatoria utilizarlos, es más bien un matiz.

«Recuerdo por eso Y qué tú quieres que te den, aquella canción de 1993 que dio paso a otras del mismo corte. Sentí que debía componerla, sobre todo en una época donde no se hablaba de ello. Quise dar imagen de sincretismo y una lección sobre el asunto sin ser proselitista.

«Ahora tiene más fuerza que cuando se grabó primeramente, pues se le agregaron cantos rituales a algunos santos de la religión yoruba. Es la canción obligada para cerrar nuestros conciertos en todas partes de Cuba y del mundo».

Jóvenes bailando frente al Monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución—Usted ha declarado que pediría un «pedacito en el alma de los bailadores». ¿Será porque ellos han olvidado bailar casino?

—Ellos necesitan lugares para bailar. Están locos por hacerlo. La gente precisa de establecimientos con ofertas en moneda nacional, dedicados a disfrutar de la música del país y el mundo, porque se puede bailar lo que interpretan el Gran Combo de Puerto Rico, Gilberto Santa Rosa, Marc Anthony y otros. Por eso queremos crear esos locales que ya llamamos «casinotecas».

«La idea es promoverlas en toda la Isla. Existen algunos pasos en ese sentido, pues realizamos un esfuerzo conjunto con el Instituto Cubano de la Música, el Comité del Partido en Ciudad de La Habana y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Recientemente quedó declarado el capitalino círculo José Antonio Echeverría como Palacio del Casino, y deseamos utilizar sitios para bailar como El Castillito, y otros locales en San Miguel del Padrón, La Víbora, el Casino Campestre de Camagüey y la Sala Polivalente de Santiago de Cuba. Solo hay que darles formato y ajustarlos para las distintas edades. Será otra opción recreativa.

«Porque el movimiento actual de las ruedas de casino es fortísimo. Aunque resulta necesario rescatar el programa televisivo Bailar casino, proponerle un horario estelar e interesar a parejas de todas partes de la nación y garantizar un sistema de estímulos a los participantes que más despunten.

«Gracias al impulso alcanzado por el movimiento, este sábado 31, 50 ruedas de casino bailaron con reconocidas orquestas en la Plaza de la Revolución, para festejar el aniversario 45 de la UJC. Y la idea es que el próximo año venga a la capital una representación de las mejores del país».

—¿Constituye el Festival Matamoroson, del cual es Presidente de Honor, un espacio perenne para mantener vigente el género?

—Es el festival más importante, a mi entender, de los que se realizan sobre el género en el país. Allí se baila casino y son, y van las principales orquestas. Se desarrolla en la ciudad que más baila ese estilo musical y donde no lo dejan morir: Santiago de Cuba. Es un espacio que debe existir siempre.

—Entonces, ¿qué le falta?

—Una proyección más internacional. Quizá también un mejoramiento en las condiciones creadas para los músicos que intervienen en el evento y para los que pudiéramos invitar, como se hace en los festivales de jazz y otros que se realizan en el país.

—¿El son, dentro de los patrones internacionales del comercio musical —matizados por la salsa puertorriqueña, por ejemplo—, disminuye su trascendencia y universalidad?

—La vida demostró en la discusión sobre la salsa y el son, que artistas de Puerto Rico, Venezuela, Colombia y los radicados en Nueva York, Estados Unidos, mantienen viva esa música y dejan su constancia en discos. Aquí lo hemos hecho, pero no tenemos la oportunidad de comercializarlos al nivel que debieran por lo que todos conocemos: el bloqueo incide en nuestra inserción en emisoras y televisoras extranjeras y en otros espacios.

«Y obras de autores cubanos son interpretadas por estos músicos. Existe identificación con la Isla. Se ha logrado la universalización de ese género originario de Cuba, a la vez que se suman aportes hechos en otras regiones del planeta por agrupaciones soneras de Japón, Suiza, Finlandia, y de donde menos te las imaginas.

«Pero necesitamos que la industria discográfica nacional tenga la posibilidad de posicionar discos en el nivel donde deben figurar. Sin bloqueo habrá paridad entre lo foráneo y lo nuestro».

—¿Teme que el son cubano pudiera estar desplazado ante la popularidad que ganan el reguetón y el rap?

—Pasaron el rock and roll, mozambique, charleston, pilón y unos cuantos ritmos más, y el son está ahí. No creo que la gente lo olvide. El cubano necesita bailar en pareja. Y le llamen casino o no, lo que bailarán será son. Cuando den las vueltas y hagan los movimientos bailarán música cubana.

«No estoy en contra ni de espalda a las tendencias musicales actuales. Bienvenido sea lo nuevo, siempre que no sea indecente ni chabacano, tenga sabrosura y se pueda combinar con los elementos de la cubanía».

—¿Cuáles considera serán los legados de la música popular cubana y hacia dónde se dirigen sus perspectivas en el mundo?

—Primeramente debemos enseñarles a los niños y jóvenes cuál es nuestra herencia, porque increíblemente en el mundo las personas conocen más del patrimonio sonoro nacional que los de aquí. En el extranjero me hablan de Miguelito Cuní, Ignacio Cervantes, Ernesto Lecuona, Benny Moré... y asombra que algún joven cubano no los conozca.

«Lucho porque esos legados no se pierdan. Me preocupa el relevo de los músicos actuales, porque si no lo formamos a tiempo, estará en peligro de extinción. Abogo porque se profundice en la enseñanza de los diferentes géneros nacidos en Cuba, así como de las mejores obras de los artistas cultivadores de lo clásico y de lo popular.

«Las perspectivas de la música cubana en el planeta dependen de ello. No podemos volver al momento en que algunos no sabían que varios de los boleros que interpretó Luis Miguel fueron escritos por compositores de la Isla como César Portillo de la Luz. El legado para las generaciones futuras y el impacto internacional del patrimonio cultural, obedecen a lo que seamos capaces de rescatar, aquí, ahora, a tiempo».

miércoles, 22 de julio de 2009

¿Pura vestimenta?

Mi amigo, genio y figura hasta la sepultura, me ha dejado pensando. Él —siempre en pulóver, pantalón de mezclilla y un pelo largo que descubre su afición a lo más heavy del rock—, no comprende cómo se ha «esfumado» de muchas orquestas la idea de alcanzar un sello también en el vestir.

Igualdad. ¿Así quieres que se exhiban?, indago. Pero por ahí no anda el asunto. No se trata de usar lo mismo cual si fueran uniformes, dice mi interlocutor. Coincido. Las modas evolucionan con las épocas y las profesiones; es una cuestión de equilibrios y de decisiones lo que se usa, con tonalidades y matices.

De momento ruedo en mi mente algunas instantáneas que he captado de la tele. He visto a grupos promocionándose en la televisión con cadenas abundantes en los cuellos, juegos de anillos en las manos (lo que casi constituye una tendencia), y gafas de sol puestas en la sombra. En esas imágenes la nota discordante no es precisamente la melodía que se promueve. Tanto brillo viene de otro oro que (des) luce.

En conciertos he apreciado igualmente esa «informalidad» para actuar. Por ejemplo: un joven cantante interpretando una de sus obras con pulóver ajustado hasta el punto de mostrar el movimiento de ese órgano que tenemos en la cavidad izquierda del pecho, y pantalones casi 20 centímetros por debajo de la cintura, que descubren las letras de su ropa interior... Lo secunda una agrupación con talento, cuyo vestuario se mueve entre lo más variado del diseño actual, que va desde la «onda» lucida por el vocalista, hasta otras más conservadoras. Así, todo mezclado, sin nada que los identifique, que les ofrezca una identidad no solo musical, sino además visual.

Me resuena la pregunta de mi amigo, el roquero: «Identidad, ¿te has ido de algunas orquestas?» Recuerdo imágenes de El Benny en la TV, con sus pantalones bombache, bastón y sombrero. Detrás de la voz del Bárbaro del ritmo, una jazz band lo sigue con ejecuciones impecables y en los cuerpos de los músicos, la elegancia se esparce como una etiqueta de distinción que los acompaña junto a su líder.

Recientemente encontré a Tiburón Morales en un establecimiento de la santiaguera calle Enramadas. Navegando con el tiempo y sin estancarse en las etapas, el ex pelotero insiste en usar su sombrero, y por debajo aflora su particular melena. No le falta a su conjunto la camisa de mangas largas que, con un aire al estilo «majata», lo diferencia.

Voy más allá y veo a Pedrito Calvo, cantando El negro está cocinando, y entre el «que no me toquen la puerta, no, no no...», aparece el hombre que ya es historia por su capacidad vocal, pero también por su imagen.

Miro ahora una portada de un disco LP de los 80. En ella se retratan los integrantes de una agrupación con sus instrumentos. Llevan ropas que, aún con diseños disímiles a los de los vocalistas y el director, proyectan la idea de que representan a una agrupación popular. Porque los vestuarios muestran esa compatibilidad, ese todo que los define como orquesta.

Los veo ahora y me entusiasmo con lo nuevo que traen. Pero aprecio que los aires modernos le han inculcado esa otra cara de las modas que apunta a la frivolidad. Y, sin darse cuenta, exhiben atuendos triviales que poco le aportan a la identidad que enarbolan con sus textos.

Hay valía en lo que hacen, aunque les falla ese esencial concepto colectivo de pertenecer a algo. De ser únicos entre los muchos que cultivan los géneros que interpretan. Ganándoselo, además de por talento, por cómo se proyectan en cada ocasión que suben al escenario.

Manolito Simonet: La música cubana perdurará


El son cubano tiene en Manolito Simonet a uno de sus más asiduos cultores. Es de los que se mantienen fieles a la sonoridad más clásica de la Isla. Ese toque distintivo resalta en producciones discográficas como Marcando la distancia, Se rompieron los termómetros y la muy sonada Locos por mi Habana.

«Muchos dicen que el Trabuco es una de las orquestas nacionales más identificadas, por sus características, timbre y sonoridad definida», asegura Simonet, quien anteriormente mostró su estilo en Maravillas de Florida.

Para el director de la agrupación que, con un formato de charanga renovada marca actualmente la diferencia entre sus similares, son innegables las influencias de los conjuntos Rumbavana y el de Chapotín, y de orquestas reconocidas como Aragón, Van Van y Adalberto Álvarez y su Son.

Fue en la Feria Internacional Cubadisco 2007 un momento especial para el artista, pues allí se presentó junto al boricua Andy Montañez en el emblemático Salón Rosado de la Tropical, pero también el evento lo premió en la categoría de música popular bailable con Hablando en serio.

«Hablando ... es un disco diferente. Desde el punto de vista general tiene (y a la vez no) mucho que ver con lo que hemos hecho en estos 14 años de trabajo. Es una producción donde nos inclinamos por la timba, algo distinto, pues la orquesta no está entre las que desarrollan este tipo de género. Ejemplo de ello son el título que da nombre al fonograma y Comunícate.

«Aparecen también temas tradicionales con toques contemporáneos como Sabrosona, un homenaje a la música antológica, y que tiene un videoclip en blanco y negro. Nos atrevimos a interpretar merengue que, generalmente, no se hace por las agrupaciones cubanas.

—¿Esperaba el premio?

—Me sorprendió. No contábamos con ello, aunque en ediciones anteriores del evento también lo hemos recibido. Pero la sorpresa viene porque no se premia a una agrupación vieja o nueva, sino al disco con mayores resultados, mejor grabado y con más calidad. De ahí que no resulta extraño que orquestas con un año de creadas ya tengan un lauro en el certamen.

«Además, por obtenerlo en Cuba, país bailador y donde las agrupaciones dedicadas a cultivar este tipo de música la interpretan muy bien, y se compite con grupos reconocidos de la Isla. Aunque no sea este un premio de popularidad, está muy vinculado al público».
—Muchos bailadores perciben cierta identificación de su música con la de los Van Van. ¿De dónde le viene el son a Manolito Simonet?

—Viene de mis raíces. Mi familia siempre ha sido muy sonera —tengo un tío que fue muy buen tresero—, y aunque no todos se desarrollaron profesionalmente, son muy musicales. Soy camagüeyano, pero casi todos los míos proceden de Santiago de Cuba, Palma Soriano y la Sierra Cristal. De ahí traigo el son, de Oriente, donde nació.

«Desde niño me atraían mucho las agrupaciones de música popular bailable, y eso hago actualmente».

—Con Maravillas de Florida tiene contacto con la música tradicional cubana, ¿qué elementos tomó de allí?

—Cuando comencé en Maravillas de Florida, la orquesta tenía un estilo muy similar al de la Aragón. En aquel momento, las charangas poseían elementos que las identificaban mucho como tal. Desde esa época, y gracias a la ayuda de los músicos del grupo, traté de crear un nuevo estilo, que se divorció completamente de otros como el de la Original de Manzanillo o la Aliamén. Aunque Maravillas de Florida siempre tuvo su identificación con el público, lo novedoso fue una imitación a los metales con los violines, todos lo hacían, pero cada cual a su manera y afortunadamente logré una forma que gustó.

«Creo que traje un poco de eso a mi propia orquesta. Era algo que ya venía conmigo y resultó imposible separar. El Trabuco tiene su sonoridad. Tiene un poquito de Juan Formell, Adalberto Álvarez —tanto del trabajo con su actual orquesta como con Son 14—, de las orquestas charangueras, y también de lo que se hace en Puerto Rico. Al final todo eso logra conformar un estilo que es el Trabuco.

—Ha expresado que para «ser populares no es necesario caer en concesiones de mal gusto». ¿Significa que hacer música es también una forma de guiar e instruir al público?

—Por supuesto. Creo que recurrir a concesiones para ganar más popularidad denota falta de recursos, y cuando esto se hace evidente, puedes llegar a ser muy conocido, pero no duras mucho tiempo, porque tienes que apelar a eso siempre y la gente te lo acepta al principio, pero luego empieza a criticar.

«La música debe hacer crónica sobre la vida y el amor. Lo que no podemos es ser muy locales para que en otras partes del mundo lo entiendan, y el compositor y los cantantes tienen que estar al tanto de ello».

—Entonces, ¿piensa en los bailadores cuando conforma sus textos?

—Lo hago, porque si se sigue bailando son en Cuba, se hace en el mundo entero. Creo que los bailes cubanos son los de mayor trascendencia en el planeta, y me refiero al chachachá, al danzón, al son y otros. Si en la Isla se siguen cargando las baterías, perdurará. Y aquí la música está muy vinculada al baile; en este país ese es un dueto que se acompaña.

«Debemos estimular más a la juventud para que siga bailando música cubana, que la conozca profundamente y que existan más lugares para disfrutarla. Bailar es saludable.

«Los músicos tocamos para todos, y lo hemos hecho junto a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y con la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), pero queremos que esto sea un poco más abierto. Que los sábados la juventud salga y escoja dónde va a bailar. Nosotros tendremos tiempo de trabajar tanto en los lugares donde la entrada es por divisa —que son importantes porque se recauda—, y en los de moneda nacional. La gente debe disfrutar de la música popular y así no pasará de moda ningún ritmo. Si no se tiene eso, se empieza a consumir la música que anda por ahí y que no voy a mencionar ni el nombre, porque no se sabe qué dicen las letras, pero es lo que llega y lo de más fácil acceso».

—¿Cómo asume el reto de productor de discos?

—La labor de productor musical se sale del teclado que toco. Se vela porque la grabación quede lo mejor posible, y para ello hay que conocer la sonoridad que hoy se consume en el mundo; convencer a directores de orquestas y a las personas que tienen que ver con el disco de lo importante de dejar los vicios adquiridos en el escenario. Es exigir mucho.

«Actualmente produzco el nuevo CD de Waldo Mendoza que es un gran intérprete. Hice la producción del fonograma homenaje a Lilí Martínez Griñán, ex pianista del Conjunto Chapotín, y en el que intervinieron Mayito Rivera y Laíto; el disco Estrellas de areíto, con varios cantantes de agrupaciones como Van Van, las Anacaonas y NG La Banda. He realizado la misma labor para solistas como Virginia (ex cantante de Los Surik), Lázaro Miguel (ex cantante de Manguaré) y participé en la producción de Buscando la melodía, fonograma dedicado a Benny Moré, donde cantaron aquellos del concurso Buscando el sonero, del programa televisivo Mi salsa.

«En el extranjero colaboré con Parera, productor de Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, en la placa de Los Sabandeños de España, y también en la del grupo Jackie Family, de Holanda. Hago, además, todas las producciones de mis discos. Y no cuento la ayuda a otras propuestas discográficas, pues siempre voy un momentito.

«La producción es algo que vengo haciendo desde hace mucho tiempo, y la conjugo con la peña fija que tenemos y demás presentaciones de la agrupación».

Locos por mi Habana, multilaureado en los Premios EGREM 2005, significó un referente musical para la orquesta, ¿piensa superar ese éxito con Hablando en serio y las propuestas futuras?

—Hablando en serio no fue hecho para competir, como hemos dicho anteriormente, aunque sí lo hicimos con Contra todos los pronósticos y fueron muy populares los temas La parranda, El águila y Todavía no. Hubo que hacer entonces otro que lo sobrepasara, y salió Marcando la distancia, del que se escucharon el mismo tema que le da nombre al disco y Tú me recordarás. Después vino Para que baile Cuba —aquel de Salidita contigo y La boda de Belén—, pero no prevaleció frente a los precedentes.

«El reto siempre ha sido superar lo anterior. Se rompieron los termómetros, premiado en Cubadisco, fue una producción que técnicamente reunió todas las condiciones. Locos por mi Habana llevó a la cumbre el reto. Hablando... se salió un poco de la línea de la agrupación, aunque obtuvo su reconocimiento. Y el próximo... continuará el ciclo».

jueves, 16 de julio de 2009

Filarmónica de Nueva York se presentará en Cuba

Una buena noticia para los que gustan de la música de concierto: la Filármónica de Nueva York ofrecerá dos conciertos en La Habana —los días 31 de octubre y el 1ro de noviembre próximos en el Teatro Amadeo Roldán—, como punto final de una gira que la llevará por Asia.

Lo ha dicho Alejandro Gumá, vicepresidente de Relaciones Internacionales del Instituto Cubano de la Música, quien precisó que estas presentaciones serán un gran suceso cultural, pues «la Filarmónica es una de las instituciones emblemáticas de su país. Ellos conocen del desarrollo de la música de concierto de la nación antillana, del público que tienen, y reconocen que después del Triunfo de la Revolución todo este proceso, se incrementó».

Para concretar el proyecto de los conciertos, cinco directivos de la agrupación estadounidense se reunieron hace unos día con la representación de Cuba en Nueva York, y prepararon una visita a partir de intereses que ellos tienen de venir a presentarse en la Isla.

El viaje a la nación antillana se aconteció el pasado viernes y estuvieron trabajando hasta este lunes. Varias ideas ya se precisaron para estas actuaciones, como la de instalar sillas en el parque cercano al teatro y poner allí una pantalla. También han aprobado dar clases magistrales para los estudiantes cubanos en sus ensayos, y tendrán encuentros con los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN).

Del programa que interpretarán, Alejandro Gumá dijo que en estos momentos lo están decidiendo y para ello trabajan junto a Roberto Chorens, director de la OSN. Aún así hay ya dos obras seleccionadas: nuestro Himno Nacional —del que ya tienen la partitura— y el de Estados Unidos.

«Serán las primeras piezas en cada concierto. Manejan otros títulos como La bella cubana, pero todavía el programa no está conformado», puntualizó el funcionario.

La Orquesta Filarmónica de Nueva York, con sede en el Avery Fisher May de esa ciudad, es la agrupación sinfónica activa más antigua de EE.UU. Fue fundada por Ureli Corelli Hill en 1842 y ofreció su primer concierto el 7 de diciembre de ese año.

A Cuba vendrá una delegación de 280 personas, incluidos los 110 integrantes de la plantilla actual de la Filarmónica.

lunes, 13 de julio de 2009

José Luis Cortés (El Tosco): No podemos quedarnos en la timba



Quería entrevistarlo desde hace mucho tiempo. Había dicho, como siempre en su tono polémico, ciertas cosas sobre la música popular y me interesó sobremanera. Gracias a los espacios que en Juventud Rebelde, se invitan frecuentemente a los artistas pude conocer a El Tosco, un hombre que nació para polemizar en la música popular de la Isla. Desde la primera hasta la última de sus ideas encuentran argumentos o puntos neurálgicos no tratados por otros autores. Su obra, controvertida y muy cubana, ha llegado a incidir en el estudio de la flauta y el canto.

José Luis Cortés González (Santa Clara, 5 de octubre de 1951), con NG La Banda pensó, creó, y hace posible, desde 1988, un proyecto que materializó las expectativas de una nueva generación de músicos.

Llegó a la Escuela Nacional de Arte (ENA) para estudiar la flauta, pero allí estuvo vinculado al coro, la orquesta típica y dirigió la orquesta Jazz Band, entre otras. Cerró su aprendizaje tras su paso por la Aliamén, Van Van e Irakere.

El Tosco y NG La Banda ya tienen un largo camino recorrido. En dos décadas la agrupación ha movido al público con propuestas novedosas que fusionan el son con el jazz, el pop y el rock, y llegan a mezclarlo hasta con la música clásica, algo que también muestran sus dos últimas producciones discográficas, que saldrán próximamente.

—¿Cuánto le aportó su estancia en los Van Van e Irakere? ¿Por qué se fue de esas agrupaciones?

—En la primera aprendí cómo se trabaja la música popular para que la gente pueda bailarla. En la segunda, supe cómo se da la música popular y la de concierto, qué hacer para que la orquesta suene más, y a respetar lo que estás creando. En ambas agrupaciones hice arreglos, coros y canciones.

«Llegó un momento en que tenía deseos de concebir cosas propias y, por respeto a Formell y Chucho Valdés, no podía realizarlas. Pero siempre he considerado que NG La Banda es una naranja partida a la mitad, donde hay de Van Van y de Irakere.

«Al dirigir he sido más liberal. Si traes algo que me “cuadra”, lo acepto. Si no, te digo: “Vamos a arreglarlo”. No doy el “bate” si veo que en verdad sirve. Ahora el trabajo de la orquesta se ha centrado más en lo que pueda aportar mi experiencia. Ya no tengo al lado a Miguelito Pan con salsa (Miguel Ángel de Armas Laferté); Feliciano Arango, que también hacía sus cosas en el bajo; o el baterista Giraldo Piloto.

«Mis músicos actuales son entusiastas, y más en esta etapa que los aprieto con el aniversario 20. Les digo: “Esta orquesta tiene que sonar igual a la de antes, si no vamos a ver por qué”».

—¿Hasta qué punto la agrupación ha mostrado el hacer de esa nueva generación de músicos, como se propusieron en los inicios?

—La idea viene desde finales de 1984. Tuve la suerte de trabajar mucho tiempo como productor titular en la EGREM. Hicimos discos de música bailable desde la óptica de mis contemporáneos, y otros, de música de concierto, también a partir de nuestra perspectiva.

«De ahí salieron Abriendo el ciclo y A través del ciclo, y Siglo I a.n.e. y Faltan Siglo II de n.e.Cerrando el ciclo y Siglo III después de n.e. Estoy loco por hacerlos. La música la tengo escrita, aunque debo cambiar cosas porque ha pasado el tiempo.

«Esas grabaciones las realicé con integrantes de Irakere. Chucho se daba cuenta de que la gente estaba gastada, porque venían de grabar por la noche. Un día él decidió separarnos del grupo a José Miguel Crego (El Greco), Carlos Averoff, Juan Mungía y a mí. Germán Velasco se fue porque se sumó a nosotros. Y se formó lo que se formó.

«Aunque Chucho se adelantó a los acontecimientos, gracias a él, yo sigo todavía en el combate. La propuesta de hacer NG La Banda fue muy facilita: “Vamos a hacer la música como la pensamos, si no resulta en dos años, cada uno calabaza, calabaza”... Pero el grupo ya tiene 20 años, quiere decir que no se ha roto».

—¿Cómo NG La Banda logró concretar el llamado boom de la salsa cubana?

—Siempre se ha dado el boom, como el del songo de los Van Van en los 60. A mí me tocó la etapa de los 90, donde ya la trova no estaba presente en los grandes escenarios, hacían un concierto o decían que tocaban canciones de amor.

«La música popular bailable fue ocupando ese espacio. NG La Banda participó en campañas como Píntate de Sol, El sol te da, y otras. Esta música entró en la juventud de una manera asombrosa. Gustó por los textos y la sabrosura de los montunos. Aunque llegaba por la televisión y la radio, cuando grabábamos un concierto en vivo, esos casetes se repartían. Todo el mundo tenía uno nuestro con aquellos temas: Necesito una amiga, Que venga la fiera que la estoy esperando, La bruja..., lo cual hizo que entráramos al mercado como nadie.

«Logramos crear un movimiento: la timba, aunque yo lo bauticé como Música Popular Contemporánea de Cuba —igual que NG, se lo pusieron en un concurso de radio y significa Nueva Generación—. Imagínate, muchas palabras».

—En los 90 su agrupación fue una de las acusadas de utilizar textos vulgares en sus canciones. ¿Cómo asume la composición sin que le asome el fantasma de lo chabacano?

—Lo he dicho un millón de veces: la música bailable tiene un código. Y es tan fuerte el que aplicó NG La Banda que obviarlo —por decir un dicharacho o frase que estaba en la calle—, es abusivo. Yo salgo a los barrios —Pogolotti, Buena Vista—. Sé cómo hablan, cómo piensan. La música popular siempre se nutrió de allí, de las raíces, de los más humildes. Por algo se llama así.

«Ningún músico popular fue elitista, ni Ñico Saquito, Miguel Matamoros, Manuel Corona, Teofilito (Rafael Gómez), Ignacio Piñeiro, Félix Chapotín, Miguelito Cuní o Arsenio Rodríguez. Ninguno de ellos fue a la escuela, tampoco eran intelectuales. Existe un instinto de pueblo en: “Hay fuego en el 23”, “La yuca de Casimiro” o aquello del Guayabero: “A mí me gusta que baile Marieta”. Eso es Cuba, no se puede cambiar.

«Cuba nueva es: “Qué venga la fiera que la estoy esperando” o “Buena Vista, tremenda pista”. Eso es lo que me tocó hacer. No me comparo con Piñeiro ni Matamoros. Lo que lleva este tiempo Juan Formell lo ha plasmado en La Barbacoa, La Habana no aguanta más. Chucho Valdés con “Antes de tiempo no, respeta” o “échale semilla a la malanga que yo tengo el uno”.

«Sin embargo, a muchos nos han tildado de chabacanos. Antes te suspendían un tema y no podías opinar nada. No tenías cómo defenderte en una pelea de león para mono y el mono con las manos amarradas. Ahora tenemos derecho a réplica».

—¿Existen aún prejuicios sobre sus letras?

—Pienso que es un problema de tiempo, de conejillo de Indias, de “No puedo cogerla con fulano”. Muchos han perecido en la batalla. A mí no han podido tumbarme.

«Yo sigo tocando en mis canciones temáticas sociales, por ejemplo, la malversación y la doble moral están en mis títulos hace rato. Tienen que escucharlos».

—¿Qué lo motivó a crear la Escuela de canto?

—La Escuela tiene más de un año y ha graduado a 15 vocalistas. Existe gracias al Ministerio de Cultura. Se me ha dado la anuencia de buscar voces nuevas para que nutran la montaña de la música popular, que es muy grande.

«Siempre me ha molestado que haya un vacío entre las grandes divas: Omara Portuondo, Moraima Secada, Elena Burke, Gina León, entre otras; y las que vinieron detrás, que casi ninguna vive ya en el país. Luego salen las nuevas estrellas, que es una mentira porque todavía no hay un trabajo para decir que lo son. Todas han pasado por mis manos: Osdalgia Lesmes es como mi hija, Vania Borges y Tania Pantoja también.

«Pero más peligroso que ese bache entre la vieja y la generación actual es que, después de estas, no hay nada, y la mayoría de estas muchachas pasan de los 30. Eso me da miedo.

«Lo otro es que no hay orquestas de mujeres que estén “pegadas” —la más conocida es Anacaona, la legendaria.

¿Qué puede estar sucediendo, si tienen los mismos coros que nosotros? Ahí hay un misterio. Comencé a investigar, y a ayudar a Lady Salsa, Son Damas y las Chicas del Sol. Hicimos un festival de mujeres en La Tropical, y me he dedicado mucho a este trabajo».

—¿En qué consiste la Camerata Cortés?

—Antes la flauta era un instrumento masculino, y de repente se ha convertido en femenino. Ha quedado en un segundo plano, con la tecnología de los sintetizadores y los grupos de metales.

«Por eso, recordando a los maestros que me dieron clases, para dignificar el instrumento y gracias al Instituto Cubano de la Música, se nos dio la posibilidad, al maestro Antonio Pedroso y a mí, de hacer realidad esta orquesta. La componen 22 muchachas y un muchacho, estudiantes de la especialidad en el Instituto Superior de Arte y el Conservatorio Amadeo Roldán. Creo que están haciendo una agrupación similar en Cienfuegos».

—Formell dijo en una ocasión que no se estaba viendo un relevo en serio en la música popular que asegure su futuro. ¿Qué problemas urge resolver en la música bailable para garantizar tal continuidad?

—Si no nos ponemos a pensar bien, nos vamos a quedar en la timba. Hay muchas dificultades para hacer un grupo: que si no tienes empresa, que si la plantilla, que si la ley número x, que si tienes que esperar un año para salir de Cuba... Millones de cosas que están establecidas por las entidades musicales y de la Cultura en general.

«En el período especial, algunos emigraron del país o no querían trabajar. Y la música popular bailable, esa que criticaron tanto, dio alegría y diversión al público. Ahora salió un león. Porque el futuro de la música cubana no es el reguetón. No tengo nada en contra del género, algo tiene dentro para ser un fenómeno musical. Pero creo que aquí se ha estudiado mucho y se tiene un nivel artístico muy grande para caer en una factura que estéticamente es muy baja.

«Pienso que hay que revisar las leyes de la creación de nuevos grupos, ver cómo abrimos en vez de cerrar. Porque este es un pueblo en que la gente camina y habla bailando y cantando. Un pueblo sin música no tiene alma. Eso viene de la época martiana y no lo va a cambiar nadie».

viernes, 10 de julio de 2009

Brujería

Ando motivada porque me acaba de caer en las manos un nuevo disco. Siempre es grato palpar algo fresco, acabado de salir, y con los deseos de que los «listo» esté entre los destinatarios.
Brujería es el álbum que traigo a esta hora. lo comparto porque solo lo he podido escuchar una vez. Es la nueva entrega de Enrique Álvarez y la Charanga Latina, que este sábado 11 de julio se presenta en La Habana.
Enrique le ha puesto "to" al disco. Se le ve junto a su violín en la portada y contraportada, viviendo esa música que con matices africanos también describe a los cubanos. Escogió la misa Ritual Yoruba y Mi santo, para romper el hielo, pero luego no quiere solo enmarcarse en una tendencia y va hilvanando con el son a lo Te voy a olvidar, de Arsenio Rodríguez, y el bolero Perdón y La vida es un sueño, compuesto por el propio Rodríguez y Pedro Flores.
Álvarez y su Charanga Latina se aventuran en un viaje melódico por otros géneros cubanos y seduce con Almendra, un danzón instrumental firmado por Abelardo Álvarez, y el clásico Manisero, de Moisés Simons.
Pero entre los temas, también la selección de la Charanga Latina incluye Piel de manzana, un número del español Joan Manuel Serrat. Junto a los 12 sencillos del álbum, aparece un DVD que contiene entrevistas con el pianista Chucho Valdés, y el premio nacional de la música 2008, Adalberto Álvarez. Además Brujería suma un concierto ofrecido por la orquesta en septiembre de 2007 en el habanero Salón Rosado de la Tropical, y varios videoclips.
Espero ver en vivo este sábado, mucho de lo que ya escucho en la nueva propuesta de la EGREM: Brujería.

jueves, 9 de julio de 2009

El pulso de un artista

¿A qué le puede temer un artista? ¿Cuáles son sus mayores dudas? José María Vitier quiso analizar esas preguntas cual si fuera una minuciosa radiografía interna. Quizá tan meticulosa como la que haría el laboratorista que examina nuestra sangre.

«La primera sensación que tengo es que no le temo a nada», dice mientras se lo piensa mejor y gana tiempo para esbozar inmediatamente su idea: «El gran peligro del artista, ese que hay que saber sortear, es la vanidad».

En las profesiones, como en la vida, son los principios los que ordenan, equilibran. Para Vitier lo principal que hay que aceptar es que cada quien se dedica a una actividad equivalente a cualquier otra, y que el arte está en muchas actividades del ser humano, fuera de lo que se llama propiamente artístico.

«Existe una tendencia, casi imparable, por lo que tiene de excepcional el artista. Sería mejor valorarnos por todo lo que tenemos en común, y no por lo diferente. Si el mundo tomara lo bueno que poseemos todos, fuera mejor».

Un puente para lograrlo es la música, dueña de un lenguaje común para la comunicación: la melodía; y conocedora del lugar exacto donde explotamos al amar —y perdonen que me robe la frase de un cantor latino. Mi entrevistado también lo sabe. Él pone en su obra esos y otros elementos.

¿El artista puede valerse de estrategias para atraer a la gente a sus conciertos? ¿Eso significa ser popular?, insisto.

«Trabajar pensando, sobre todo en que mientras mayor sea el número de personas, mejor, eso me parece una distorsión de la labor del creador. La popularidad que realmente importa es la que pervive en el tiempo. La otra es muy agradable y, seguramente, las personas que la tienen, la disfrutarán.

«Siempre recuerdo que eso puede cambiar. Son pocos los que consiguen la verdadera gloria de quedarse instalados en la memoria de su pueblo. Uno no debe poner nunca —y todos podemos caer en la tentación—, ese motor para que movilice tu conciencia creadora.

«Me importa que los que vayan a mis conciertos salgan con las ideas en movimiento, que regresen a sus casas con algo nuevo en sus vidas, aunque sea pequeño. Con eso me siento completamente realizado. Lo demás lo dice la historia, el tiempo y el pueblo».

José María Vitier tiene también su historia. La ha labrado junto a su familia, su piano y acompañando a Cuba, a la cual lo atan lazos que «no pueden modificarse, porque han marcado nuestras vidas».

Y esa pluralidad de la que habla está dada porque no es él sin la Isla, sin ellos. De ahí que su cotidianidad la comparta con su esposa Silvia, con José Adrián, su único hijo; sus dos nietos: Adrián, de 9 años, e Ismael, de 5. «Los dos están chiquitos pero aspiro a que sean músicos. Tocan la percusión, se acercan al piano y hacen su toque desordenado, pero reconozco en ellos el sentido del ritmo, de la melodía».

Mirando a los «futuros músicos», José María rememora su infancia, la cual cataloga de normal. «Me criaron con amor, con sensibilidad. Fue una etapa maravillosa», señala.

Como fotos fijas que pasa mentalmente, el pianista recuerda las visitas a sus primos y al tío Eliseo Diego, al hogar de Lezama Lima, y las reuniones familiares, donde el arte salía de forma espontánea.

«De repente era un cuadro bastante pintoresco. Recuerdo algunas imágenes en las que Josefina Badía, la madre de mi mamá, estaba sentada en el piano; mientras mi padre tocaba el violín —un instrumento que ha sido muy importante en su vida y en el que llegó a terminar la carrera».

Encontró referencias en otro asiduo de su hogar, el jazzista Felipe Dulzaides, quien también influyó en Sergio, hasta el punto de darle su primer trabajo.

«La música igualmente nos ha unido a Silvia y a mí. Trabajamos juntos, aunque ella fue economista por 12 años. Pero llegó un momento en que se decidió por la producción, la dirección artística y la supervisión musical y, desde hace ya muchos años, participa también en la creación de los textos que musicalizo», comenta.

De ese equipo perfecto, dotado de una dupla inestimable: amor y armonía, ha salido en 2009 Pulso de vida, el CD DVD que trató de captar la existencia de José María, y esa pluralidad que lo define.

«Deseábamos que se sintieran los latidos de la pareja y de la familia que creamos, que se ve en Tu amor es una lámpara encendida. El disco adicionalmente me enfrenta al piano, mi fiel acompañante y al que no había dedicado un álbum en solitario».

En el volumen aparece la pintura de su hijo, quien hizo un cuadro original para la portada de Pulso de vida y los diseños interiores, después de haber ilustrado álbumes como Imágenes y la colección 30 años de música.

Pulso... absorbe el ambiente natural del músico en un material audiovisual, dirigido por Jorge Perugorría. Se suma un folleto donde aparecen versos de su madre Fina, la prosa de su padre Cintio, y las canciones de Silvia. José María también se arriesgó y escribió sus textos. El CD muestra 12 temas que toman definitivamente los deseos del pianista de reverenciar a la trova cubana. Asimismo, emergen las creencias que describen al cubano, y homenajes al Che y a las actrices de cine, así como la propia relación de Vitier con el séptimo arte.

Porque es el cine un medio que le ha traído alegrías y aflicciones. «Los sinsabores te los digo rápido: estoy consciente de que uno trabaja para un equipo, una historia. Hay que seguir ciertas pautas, que las indican el director y el guionista.

«La humildad en estos casos es muy necesaria, pues la música hay que cortarla o alargarla, y a lo mejor no queda donde el compositor quisiera. Por eso rindo tributo a los directores de cine con La vieja terminal, que pertenece a mi último disco.

«Aunque ya no hago las bandas sonoras con tanta intensidad, me gusta mucho. Siempre es una fiesta hacer una película. La última que hice es de Brasil, pero pronto debe haber algún encargo».

—¿Qué pudo desencadenar ese trabajo, que luego lo llevaría a componer las melodías de El siglo de las luces, Fresa y chocolate...?

—Ocurrieron dos cosas. Una fue cuando era estudiante de piano y grabé, con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GES), los arreglos de Hombre que vas creciendo, de Pablo, y otro hecho por Leo Brouwer, quien dirigía el GES. Luego Sergio comenzó a llamarme para tocar el piano de su música para el cine, como en El Brigadista, Girón, y otras muchas colaboraciones.

«Lo otro estuvo dado por mi primo Rapi Diego, que comenzó como editor y asistente de dirección de documentales en el ICAIC. Él me invitó a componer la música de su primer material y de los tres que le siguieron, ya que tenía experiencias de ese tipo con el teatro. Para sorpresa mía otros directores me empezaron a llamar, como Sergio Núñez, Gerardo Chijona, Daniel Díaz Torres...».

—¿Lo mismo le sucedió con las series de televisión?

—Es increíble, pero en los lugares menos sospechados me lo preguntan. Para mí fue una suerte muy grande participar de aquella serie. Comencé a musicalizar junto a Sergio En silencio ha tenido que ser... (1979) y Julito, el pescador (1980). Después hice en solitario Para empezar a vivir, El regreso de David y La frontera del deber. Le sucedieron otras miniseries hasta que llegué a Día y noche.

«Tuve la dicha de que las historias que se contaron eran muy interesantes y los actores de primera línea. Las series se quedaron en la memoria del pueblo. Y la música también se benefició».

—La década del 80 fue una gran época para usted...

—Tengo buenos recuerdos, como el de mi grupo. Con él logré recorrer todo el país. Escribí en ese tiempo más de 50 obras originales e hice muchos arreglos musicales. Tuvimos emocionantes conciertos en Nueva York, en el Festival Cervantino de México, en Venezuela y en París (Francia). No dejamos una obra discográfica grande. Nuestra agrupación duró hasta 1990. Aunque los lectores se darán cuenta de que no fue lo único que, por esa fecha, se disolvió.

—¿Por qué terminaron?

—Fueron muchos los grupos que se cuestionaron su existencia y pocos los que sobrevivieron unidos en esa época. Las agrupaciones que proliferaron en los 80 se quedaron descolocadas en la difusión y tenían problemas materiales concretos: se volvió difícil ensayar, trasladarse...

«Nosotros primero hicimos una reducción a seis, pues éramos 11 personas en escena. Duramos un par de años más, pero después desaparecimos de mutuo acuerdo. Era el director y me tocó la decisión, dolorosísima. Fueron muchos años juntos. Tenemos actualmente amistad y seguimos colaborando».

—¿Es la composición el centro de su vida?

—Lo es. Indudablemente me lleva mucho tiempo. El año pasado escribí una ópera con libreto de Carlos Fuentes, el gran novelista mexicano. Dura más de dos horas y es una obra escrita para una orquesta, solistas y coro.

«Coincidió con el tiempo del concierto sinfónico El cantar del caballero y su destino, basado en un texto hecho por Silvia y que yo musicalicé. Se estrenó en el Karl Marx el 6 de junio de 2008. Hicimos un disco y está en proceso un DVD, que dirige Lester Hamlet.

«Misa cubana es la obra que siempre tendré que poner en primer lugar como nuestro modelo de algo que se hizo con absoluta entrega y, sin esperarlo siquiera, nos ha retribuido espiritualmente tanto, en Cuba y fuera. Cuando eso te pasa es un milagro».

—Hay una imagen en el DVD donde usted está con una guitarra, que recuerda a los viejos trovadores. ¿Cómo lo ha marcado ese género?

Pulso de la vida—He tenido la suerte de haber visto en vida a músicos de la vieja trova santiaguera. Ya no eran Sindo Garay, Graciano Gómez, Salvador Adams, ni Miguel Matamoros. Pero pude conocer en la década del 70 a Ángel Almenares, Emiliano Blez, Ramón Márquez y muchos otros.

«Aquello me produjo un efecto muy fuerte. Como el big bang de mi carrera como compositor. Aprendí a tocar un poco la guitarra para valerme nada más y poder recordar algunas canciones de aquella época. En el género vi un mundo de respeto a la belleza, a ciertas formas que, por momentos, se entroncaban con mi formación clásica.

«Los viejos trovadores desgraciadamente llegaron tarde a ese tren que benefició, con mucha justicia, a otros grandes. Son un ejemplo de sabiduría musical, humildad y actitud ante el arte y la vida en general. Cuando empecé a hacer música instrumental, deseé que mi melodía tuviera ese poder de emocionar que tenían sus canciones».

—Tomándose el pulso, ¿puede enunciar cuáles son sus mejores momentos?

—El nacimiento de mi hijo fue el momento irrepetible de mi vida y la de Silvia. Luego es la creación. Ha habido presentaciones en que uno siente que pasó algo diferente. Sin embargo, iría más allá. A veces no es un concierto completo, sino una parte de él. Me sucedió cuando Pablo Milanés estrenó Tus ojos claros en la Cinemateca. Sentí que transcurrió un tiempo entre el fin de la canción y los aplausos. Ese instante, en el que aparece esa sensación de suspensión, te dices: «Te saliste del tiempo», y preguntas: «¿Será que no van a aplaudir?». Momentos así, ocurren poco.

¿Cuál es su futuro inmediato?, le hago la pregunta casi obligatoria en las entrevistas, para conocer los proyectos de un creador. José María contesta: «¿El futuro? ¡Ay Dios, quién será adivino!, como dice Silvio en su canción».

Pero Vitier piensa más allá de su música, y medita en que todo tiempo posterior lo tomará de un modo optimista. «Es la mejor manera de estar en este mundo», señala.

«Habrá más creación», afirma, porque también tendrá una dosis de lo que todo artista se formula como plan próximo, pues, con los años «se vuelve un reto mayor hacer algo novedoso, diferente. Pero de todas formas vale la pena intentarlo».

martes, 7 de julio de 2009

Mi reverencia al Rey

Michael Jackson nos dejó el 25 de junio pasado. Y hoy 7 de julio, en sus funerales, nos separaron de su imagen física. El rey del pop se ha ido, entre el delirio de su música y su danza y las controversias morales, indiscutiblemente ha sido una leyenda artística que marcó el gusto de millones.

No está, pero cuando en las imágenes surja una metamorfosis kafkiana de una noche turbulenta y bailarines dancen a un paso descomunal, todos sabrán que ahí vive Michael , sin misterios morales, solo con su música.

Sus comienzos, en un grupo integrado también por sus hermanos —los Jackson Five— en la mítica década de 1960, le auguraron éxito en lo que sería luego una larga y fructífera carrera artística, que matizó con varios premios Grammy.

Desde el primer disco en solitario de Michael, Got to be there —publicado en los 70—, el cantante fue camaleónico, al ser capaz de moverse dentro del rock, el rhythm and blues, la música disco y, además, bailar en coreografías sorprendentes.

Es con su álbum Thriller que alcanza el estrellato en 1982. Desde el clip que promocionaba el tema principal, Jackson anuncia su visión innovadora de mostrar el estilo que más defendió.

Su música trató de alejarse de los lugares comunes que muchas veces emergen en el pop, y buscó sorprender con temas como Earth song (Canción de la tierra), o junto a 46 voces importantes de su país con el sencillo We are the world, perteneciente al disco U.S.A for Africa, que reunió millones de dólares para ayudar a la población de ese continente.

Pero Michael Joseph Jackson, nacido el 29 de agosto de 1958 en Gary, Indiana, no pudo despojarse de la frivolidad que quizá lo envolvía. Una apariencia lograda a base de operaciones quirúrgicas y tratamientos médicos, y procesos judiciales que dejaron en entredicho sus lados más oscuros, también lo definieron en sus cinco décadas de existencia.

El rey no prescinde de su corona. Su huella musical está tatuada en los millones de seguidores que tiene en el mundo. Adiós rey.

viernes, 3 de julio de 2009

De los elegidos del Benny y de algunos clásicos cubanos del siglo XIX

Los he dejado unos días. Pero ya regreso y cargada de nuevas experiencias. Ayer, por ejemplo, tuve la oportunidad de acercarme a una nueva producción discográfica: Clásicos cubanos del siglo XIX, de la maestra María Elena Mendiola, acompañada de músicos de las orquestas de Cámara de La Habana y Solistas de La Habana.
En el álbum, la Mendiola trae al presente la música sinfónica cubana del siglo XIX con José White, Ignacio Cervantes, Liko Jiménez y Hubert de Blanc. Me ha parecido excelente que los músicos cubanos se preocupen por mantener viva esa memoria sonora. Las partituras de esos compositores ha perfilado de seguro a la armonía que escuchamos hoy.
Para María Elena la idea nació centrada en dos obras fundamentales: el Concierto para violines de José White, y el Scherzo Capriccioso, de Ignacio Cervantes, ambos autores son los más conocidos de Cuba en esa centuria.
Pero ante un terreno prácticamente virgen para la fonografía, la Mendiola agregó horas largas de investigación. Hurgó en los archivos del Museo Nacional de la Música y buscó otro tanto en los documentos que guarda la Orquesta Sinfónica Nacional.
Allí descrubrió «una obra exquisita», Estudio sinfónico de Liko Jiménez. También develó la Oda a la memoria a Antonio Maceo, de Hubert de Blanc, el único no cubano por nacimiento que contiene el CD, aunque sí tiene la nacionalidad por naturalización y convivencia en la isla antillana.
Otra de las buenas nuevas que les cuento es sobre la serie documental Los elegidos. Escogidos por un genio musical, ansioso por que tocaran lo que ya en su cabeza sonaba, los músicos de Benny Moré, son el motivo este material, dirigido por Maira Samada Guerra.

Me alegró saber que los lunes del verano, al iniciar la noche, los testimonios de artistas acompañaron al Bárbaro del Ritmo en su emblemática Jazz Band, ocuparan la pantalla chica. Serán diez capítulos, de 12 a 15 minutos,que el Canal Educativo 2 transmitirá y que nos acerca un poco más a la obra de El Benny, de la mano de sus más cercanos colaboradores.

Allí volveremos a ver a Lázaro Valdés, Juan Morell, Santiago Peñalver, Mauro Gómez, Humberto Mena, Bienvenido Róger Mena, José R. García Caturla y muchos otros. Ellos reverenciarán, en el aniversario 90 de su natalicio, a quien los guiara antaño, El Benny.