lunes, 28 de septiembre de 2009

La onda jazzística de Harold López Nussa


La otra noche me fui a un concierto. Espectacular concierto. El jazz en mi Isla tiene esas dimensiones. Escuché la propuesta de Harold López Nussa, un músico que «pisa» también otros estilos y lo hace con pasos firmes. Ya suman dos las presentaciones que en este año lo  he visto  y en cada una de ellas sale a flote esa versatilidad que posee el pianista.
En el escenario del Teatro América, el 14 de febrero pasado, Harold mostró su talento al acompañar a la popular cantante Omara Portuondo, en un concierto que quisieron dedicar al Día de los Enamorados.
Entre canciones románticas conocidas y otras del repertorio nacional, el piano de Harold sonaba de un modo especial acompañado de la voz entrañable de la Portuondo. Así sucedió también el 25 de septiembre último, pero esta vez López Nussa prefirió presentarse junto a su proyecto en el Teatro Auditórium Amadeo Roldán.
Allí su «tono» fue más jazzístico, una de las facetas que más desarrolla y en la que se desempeña de un modo impecable.
Acompañado en la percusión por su hermano Ruy Adrían López Nussa, en el bajo por Luis Izquierdo y en la trompeta por Maikel González, el pianista puso a consideración de los asistentes algunos de los sencillos de lo su más reciente disco, grabado en marzo en Francia, y que salió a la luz el 24 de septiembre de 2009 en el país galo.
Saudade, La jungla y Tears in heaven —un tema del norteamericano Eric Clapton—, fueron algunos de los estrenos de esa noche en la sala Roldán del coliseo habanero, donde el músico volvió a confirmarme aquella sensación de satisfacción que cuando escuché su anterior CD Canciones.
En ese volumen —editado por Producciones Colibrí y ganador en la categoría de ópera prima en la Feria Internacional Cubadisco 2008—, Harold nos recordaba baladas imprescindibles como Para Bárbara (Santiago Feliú), Para vivir (Pablo Milanés), Causas y azares (Silvio Rodríguez), Los muñecos (Ignacio Cervantes), Contigo en la distancia (César Portillo de la Luz), Olvido (Miguel Matamoros), 11 y 6 (Fito Páez), Detrás del cristal (Carlos Varela) y Felicidade (Antonio Carlos Jobim). Además, en esa ocasión puso también algo suyo con Bailando suiza, en la que se percibe tonos de latin jazz con claros referentes instrumentales nacionales como la percusión.
Tanto en la calidad de sus discos como en sus presentaciones confirmo que el recorrido musical de este joven ha ido en ascenso, pues ha merecido reconocimientos como los del Concurso Nacional Amadeo Roldán, el primer premio del Concurso Iberoamericano de Piano, el premio del público en el Solo Piano Competition del Festival de Jazz de Motreux, y el haber sido finalista en el Concurso Citá di Senigalia en Italia.
Ha colaborado además en discos como Charly en La Habana, de Carlos Sarduy, y el primer DVD de jazz en la Isla, Jazz Cuba Today.
Harold viene de una familia relacionada con el arte. Su madre fue profesora de piano, y su padre y tío son músicos. Igualmente ha estudiado música en las diferentes escuelas de arte de la capital.
No se encasilla en ningún genero y le interesa incursionar en cualquier estilo que sienta que esté hecho con seriedad. «Siempre se aprende algo nuevo nadando en distintas aguas y mi pasión por la música, no tiene límites», me confesó en una entrevista.
Lo cierto es que me agrada haber hablado de Hraold López Nussa en Música Cubana. Él es uno de esos jóvenes que, en este minuto, encabezan esa extensa lista de talentosos músicos de la Isla y que, sin dudas, continuarán el legado de tantos otros que han puesto su ingrediente en este gran aderezo que es nuestra sonoridad.  

* Foto tomada del diario Granma digital.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

De concierto


Llevaba días sin escribir. El concierto Paz sin Fronteras absorbió casi todo mi tiempo, pero en mi mente siempre están ustedes, los lectores de Música Cubana. Fue un concierto increíble, único, y que disfruté trabajando. Me encantó que los artistas cubanos cantaran sus canciones clásicas. Adoré que los extranjeros también lo hicieran. 
No les escribo largo porque sé que la mayoría disfrutó de esas especiales cinco horas de música, donde la melodía y solo la melodía, estuvo como protagonista. Espero me escriban y me comenten sobre sus vivencias de el 20 de septiembre último. Les pongo una foto en la que Juanes dialoga sobre lo que ocurriría ese domingo, pero sus palabras fueron superadas por esa emocionante presentación.

martes, 15 de septiembre de 2009

El día a día

Escribir es un acto difícil, pero posible. El trabajo periodístico que ven ustedes en el papel impreso o leen en la computadora es más bien ese punto final de un largo camino, lleno de satisfacciones y también de malos ratos. Hoy quiero hablarle de mi día a día. Ese en el que voy buscando la noticia y siento ese «pálpito sobrenatural» que menciona Grabiel García Márquez, mientras hurgo en ese caudal inagotable que es la Música Cubana.
Las entrevistas son un dilema, amigos. Algunas son fáciles de conseguir otras tardan meses, sin embargo hay casi una dedicación de monje en esto de «buscar» la noticia.   Me satisface el continuar escribiendo, el tener mucho por lo que todavía indagar. 
Los reportajes me agradan y toman mucho tiempo reunir todo para tenerlos listo, aunque igual te dejan ese sabor a capítulo terminado. De los temas que más me han gustado, pues explotamos cada aspecto, fue Que levante la mano la guitarra, una de las primeras investigaciones que hice junto al colega José Luis Estrada Betancourt para Juventud Rebelde. Allí hablamos de la nueva trova cubana, la que hcicieron sus máximos exponentes y los jóvenes que hoy la cultivan.
Los jazzistas noveles y los estudiantes de música que obtienen premios fuera de la Isla, han sido otros de esos temas que me han cautivado. Pero falta, falta mucho por hacer.
Me pregunto de qué quisieran que escribiera en Música Cubana. Me gustaría dialogar. Ver qué géneros todavía no se develan, y juntos encontrar esa brecha que permita que estén en los medios. Ustedes son hoy dueños de mi blog hoy. Los cedo la palabra.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Una gota de rocío en la noche


Hay canciones, amigos, a las que una le otorga el crédito a sus cantantes y no a sus autores. Me sucede con La era —de Silvio Rodríguez— a la que Omara Portuondo le ha puesto su alma. También Elena Burke con Ámame como soy —de Pablo Milanés—, que con voz cautivante le pone esos sentimientos que solo ella sabía.
Con Anabell López me pasa. Ella canta un tema de su hermano, que creo es justo para ella. Te amaré —le comentaba la otra noche a un amigo en el concierto de Anabell en el Teatro Mella de La Habana—, es un título de ella por interpretación.
Lo comprobé esa noche del martes último. Allí la cantante quiso mirar «su pasado» musical. Desde la escena hizo un repaso por su música, tan dada a hablar de sentimientos y cotidianidades. Me agradó que iniciara su concierto con esa frase: «y te amaré, y te amaré, y te amaréééé», que en otros tiempos se escuchara tanto en la radio cubana. No dejó de interpretar otros temas que han marcado su carrera como Domingo, Endúlzame los oídos, uno de mis preferidos, así como Acorralada, de Tanya, y La gota de rocío, de Silvio, entre otros.
Los motivos del concierto eran los de culminar una gira que la llevó por varias ciudades de la Isla. En ese recorrido promocionó su último disco Sigo aquí, que contiene sencillos como Loca por ti, Una mujer, Sálvame, Abandonada y Eres.
Según su sitio en Myspace, Anabell está influenciada por la música de su hermano y de los cubanos Donato Poveda y Pablo Milanés. también de los estadounidenses Barbra Streisand y Steve Wonder; la canadiense Celine Dion; el español Alejandro Sanz; los brasileños Iván Lins, Elis Regina, Caetano y Simone; los ingleses John Lennon, y Sting; y los reyes del pop Michael Jackson y Madonna, entre otros.
Anabell nació en la capital cubana y fue en su casa donde recibió los primeros aires musicales. Estudió guitarra clásica en la Escuela Elemental de Música Alejandro García Caturla, y luego se graduó de actuación en la Escuela Nacional de Arte. Fue miembro del movimiento de la Nueva Trova y entre sus discos podemos encontrar: En el jardín de la noche (Homenaje a Silvio y Pablo), Seguiré esperándote y Yo te invito a caminar conmigo.
Anabell es una de las voces de la canción en la Isla. Me alegra haber hablado de ella en Música Cubana.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Los sapos

Hoy hago un alto al hablar de los géneros clásicos de la música de mi Isla. Me detengo en esa otra melodía que, aunque muy popular, igualmente nos perfila. Mi prima Milagros me lo sugería en los mensajes a Música Cubana. Atiendo su petición, porque realmente en el pueblo donde nací, la música también es un personaje que define como un todo a Camajuaní.
Allí, entre barrios que se disputan la corona en las parrandas (carnavales) del pueblo, suena una particular y pegajosa armonía, que arrastra a todos. Los Sapos y Los Chivos compiten cada año y cuentan con innumerables seguidores.
Se edifican carrozas a ambos lados del parque de Camajuaní y les comento que es un honor ser escogido para tal presentación. Pero lo que más me agrada es el changüí. No hay compostura con ello. Me divierte ver cómo músicos de oficio suenan la corneta, sartenes, tambores y maracas y otros instrumentos —algunos con otros usos en la vida cotidiana—, y hacen arrollar a todos.
El changüí de Los Sapos es simplemente espectacular, con su propio canto a San José, el nombre oficial del barrio. Cuántas veces arrollé por la calle del parque y bajé por la Leoncio Vidal con ese ritmo. Asumo que soy simpatizante de ese barrio, y pido perdón a quienes siguen al barrio de Santa Teresa y me leen.
Una descubre, entre los compases de esa música, que Cuba se perfila desde cada parte que cuida con celo la tradición. También desde esas nuevas ideas que muchos ya llevan a la práctica. Recuerdo con orgullo aquella comparsa de niños que el barrio de Los Sapos preparó en el año 1987 u 88. Allí, entre los extensos ensayos para que todo quedara perfecto y la confección del traje que luciría, la imagen de mi tía Bella no se me borra. Ella, con su rostro satisfecho, arrolló a mi lado cantando una de esas canciones que solo los que siguen el barrio San José saben entonar. Y yo, a tantos años del suceso, no dejo de sonrojarme y confesar que ese fue mi primer baile público, también donde canté junto a otros. Me alegro de haberlo vivido. Gracias a mi prima Milagros por ayudarme a recordarlo.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Banda Nacional de Concierto: Una singular orquesta cubana

Se reúnen en un parque de La Habana cada semana. Tocan desde los clásicos cubanos hasta los universales. Son 74 músicos que buscan en cada presentación alcanzar la gloria de mostrarle a los asistentes un encuentro sin igual.
Una mira a la Banda Nacional de Conciertos
de Cuba (BNC), que cumplió 110 años el pasado 15 de agosto, y se emociona. Rafael Díaz Carter, su subdirector, tampoco escapa a ese sentimiento. Él cuenta como esa institución cultural fue creada en 1899 por el cienfueguero Guillermo Tomás y de los ilustres músicos que en esa centuria de trabajo, han dejado su impronta en la Banda.
El maestro Gonzalo Roig prestigió a la agrupación en dos largas etapas. Allí se tocaron un gran número de sus composiciones como la zarzuela Cecilia Váldes ... Junto a ellas hizo adaptaciones de clásicos universales, como el final de la Cuarta Sinfonía de Tchaikovsky, y Rapsody in blue de George Grescwin, que han tocado acompañados de la BNC, los pianistas Frank Fernández y Huberal Herrera.
Entre los ejecutantes de la Banda se ven caras jóvenes. Egresados de las escuelas de arte cubanas le ponen la «arcilla» necesaria. También los músicos consagrados que la integran. Me agrada que
el Instituto Cubano de la Música haya diseñado un proyecto para celebrar el importante onomástico de la BNC, con el cual la orquesta recorre el país en una gira nacional, de la que ya se han completado las regiones Central y Oriental.
De seguro estaré en ese especial concierto que el 19 de septiembre, la agrupación ofrecerá en el Teatro amadeo Roldán. Allí han aununciado que estarán la soprano Bárbara Llanes y el pianista Aldo López- Gavilán.
Las palabras de Rafael Díaz Carter dan esa idea de continuidad: «Nos encontramos cada viernes a las 4:00 de la tarde, en la calle Tacón, frente a la entrada del Museo de los Capitanes Generales». Y es un hecho, cuando en más de 110 ciudades de la Isla, son palpables las retretas en los parques, en La Habana una longeva institución hace lo suyo y sirve de guía.

*En la foto el prestigioso músico Gonzalo Roig.

jueves, 3 de septiembre de 2009

David Blanco se adueña del tiempo


He querido compartir con ustedes esta conversación. Imagino que a esta hora ya se han leído JR y pensarán:«¿Esta muchacha quiere que leamos otra vez la entrevista?. Pues no. Les contaré los pormenores de mi encuentro con David Blanco.
Lo conocí en la presentación de su disco La evolución. Un colega me lo presentó. Ya había escuchado algunos de los títulos de su disco, pero deseaba preguntarle, de cerca al autor, sobre las motivaciones como joven músico.
David es un volcán. En un momento nos pusimos de acuerdo para que antes de la gira habláramos sobre el tema en una entrevista. Al final, por cuestiones de trabajo mías, no pudimos. Pero cuando en agosto
pasado su padre, su representante, me llamó para que fijáramos el día, pues decidimos que fuera el 22, pues David viajaría a Manzanillo a ofrecer unos conciertos y queríamos conversar con calma antes de la esperada presentación de hoy 4 de septiembre en la Escalinata de la Universidad de La Habana.
Creo que es un músico decidido. Defiende su punto de vista con tranquilidad. Es firme cuando le hablan de preservar la cubanía que hay en los géneros musicales, aunque los lleva a un lenguaje contemporáneo.
«Me gusta el cha cha cha y lo mezclo. No veo por qué separar las cosas. No es que se mantenga un estilo ambiguo. Es que el mundo está así en todo y no solo en la música, sino en la literatura, el cine y las modas, donde ya no hay un estilo único», me dice.

Asume como joven ese enfoque, sin embargo «no le gustaría que se perdiera la autenticidad del son, ni del genuino sonido cubano, sino que siga evolucionando».
Así es David Blanco. En escena se le ve como un hombre orquesta que, además de cantar, toca la trompeta, el piano y la guitarra. Le pregunto cómo puede. La respuesta quizá esté en esa intranquilidad que lo caracterizó en su infancia y ese ambiente de melodías que había en su casa.

«Antes de estudiar música tenía ya un violín en las manos, porque mi abuelo lo tocaba en la Sinfónica. También había un contrabajo en el que cabían cinco David. Me paraba frente al piano, tocaba la mandolina... Y eso fue impregnando en mí un gusto más físico por la música».

Empezó estudiando violín, a los siete años. Luego lo cambió por la trompeta —de la que se graduó en el conservatorio de música Amadeo Roldán—, y como instrumento complementario, nada le vino mejor que el piano, un soporte imprescindible para «ayudarme a componer».

Cómo serían aquellas canciones de los inicios. David no las conserva. «Eran comiquísimas. No quieras oírlas. Solo guardo las que comencé a hacer a partir de 1998», confiesa.

¿Pensabas en Moncada en esa fecha? «Entré porque conocía al cantante del grupo. Me dijo que buscaban a un músico que tocara varios instrumentos. Estuve con ellos dos años, pero llegó el momento en que les comuniqué que me iba a hacer mi proyecto».

No fue una situación tensa la de separarse del grupo. De hecho, tiene buenas relaciones con ellos, participa en sus conciertos y, en el último disco de la agrupación, grabó un tema que había compuesto cuando formaba parte de Moncada.

Hace ocho años se adueñó de un escenario. Desde ese tiempo hasta ahora varias canciones han llegado a la gente: El despecha’o, La pachanga, Miénteme, Bota’o en Madrid...

Ahora suenan otras que recopiló e integró en un álbum fonográfico, que lo mantuvo dos años recluido en los estudios de grabaciones. Con La evolución, de 12 temas, quiso asumir un nuevo reto, algo diferente, porque «uno va ganando más confianza».

En Ella tiene una pistola, El mundo de tus sueños, La evolución y otros sencillos, se encuentra una filosofía interesante, cierta dosis de humor mezclada con las vivencias del autor. En la sonoridad aflora ese aire genuino, aprehendido de otros estilos.

David dice que en la música «siempre van a salir todas las influencias que una persona tiene. Cuando haces una canción fluye lo que has escuchado, lo que has aprendido.

«Me gusta mantener esa picardía que tuvieron mis composiciones desde el principio. Eso que tanto se ha reflejado en la música nuestra, desde Ñico Saquito con su “cuidadito compay gallo”. Me considero un heredero de todo ello, lo que he utilizado junto a las nuevas tecnologías».

Yo soy el punto cubano me resulta una versión fiel a ese concepto del cantante. Escoger un tema que habla de la Isla, como el de Celina González y Reutilio Domínguez, provoca que lo interrogue sobre la cubanía.

«Siento que mientras más crezco, más ella prende. Ese cariño que aquí la gente siembra, aunque vaya a hacer conciertos emocionantes en otros escenarios y pegue canciones lejos, lo que hay en Cuba no lo encuentro en ningún lugar. Por eso cada vez que voy a hacer música, primero que todo, pienso en los cubanos. Y cuando me voy a otras partes, va mi público conmigo, porque ya está en mis canciones».

El mar y su ciudad son esos símbolos cotidianos que le dibujan a Cuba. «Me agrada mucho La Habana y estar en ella. A veces me aparto. Me voy a Pinar del Río y a Bejucal, el pueblo de mi padre. Escucho, en esos ratos libres, toda la música que puedo, aunque tuve una etapa de adolescente bastante radical, oyendo rock duro. Hoy encuentro igual placer en otros ritmos».

Ahora vive un momento especial. «Es cuando mejor me siento», porque su banda suena como espera. Trabaja en la actualidad «con Nailé Sosa, una baterista excelente que también colabora con X Alfonso; Iván Leyva, un gran músico que ha participado en mis dos primeros discos; Luis Durand, el sonidista que siempre nos acompaña; y Ernesto Blanco, mi hermano. Él tiene su proyecto y graba un fonograma actualmente, pero la música nos une y la sangre también».

Han pasado varios músicos en estos años. «Todos han sido muy buenos, como el baterista Emilio Veitía, la bajista Mariel Rivas y la percusionista Yaimie Carel; quienes me acompañaron en el último CD».

A David le rondan varias ideas en la cabeza. No ha tomado vacaciones en los 29 años que ha vivido. Definitivamente hará música en las próximas décadas. Creará una familia y se dedicará a producir discos. Disfrutará de esta Isla maravillosa y de la gente que la puebla.

Sueña con hacer un concierto en el que su grupo y la Sinfónica Nacional interpreten canciones suyas arregladas para ese formato, y con tocar otras que constituyen clásicos en la nación. «Algo así como lo que hizo Metálica», señala.

Esta noche David volverá a lo que sabe hacer. Hará una velada musical en la Escalinata de la Universidad de La Habana, pensando en el significado que tiene empezar un nuevo curso, y alentando a los que estudian, en esos deseos de seguir triunfando.

«Daré ese ánimo porque la música es una herramienta fuerte para transmitir sensaciones», comenta y repite esa visión de contemporaneidad con que vive y crea. David Blanco hace música de ahora, pero hurga en todo aquello que melódicamente también nos define.