lunes, 31 de mayo de 2010

Mis raíces

Música Cubana acaba de cumplir un año y quiero celebrarlo junto a ustedes. Compartiendo. Dialogando. Y que mejor que  comentándoles sonre un disco que crea un paisaje nítido, como aquellos que pintaba Carlos Henríquez, dibuja musicalmente Mis raíces (Bis Music 2010), el disco que acaparó uno de los grandes premios en la recién concluida Feria Internacional Cubadisco 2010. 
Con la interpretación impecable de María Victoria Rodríguez en la mayoría de los temas, y los arreglos melódicos del conocido tresero Pancho Amat, el volumen muestra valores imprescindibles de la música campesina.
En esa empresa también se unieron los cantantes Inocente Iznaga (El Jilguero de Cienfuegos), Mercedes Sosa -madre de María Victoria y voz conocida del género en la Isla-, y Antonio Alberto Iznaga (El Jilguerito); y el laudista Erdwin Vichot.
Grabado en el estudio Eusebio Delfín de Cienfuegos, Mis raíces destaca no solo por sus acordes sonoros, también por el acople entre el diseño y la fotografía, tratados por Ricardo Monnar y Ángel Alderete, respectivamente.
Entre las canciones, resulta significativo que aparezcan algunas que se clasifican como antológicas en la música guajira, como Mi tierra es así y Como la palma de mi mano, ambas de Radeunda Lima; y Tú no, yo sí, de Miguel Matamoros.
Igualmente se incluyen en el álbum otros títulos contemporáneos como ese precioso tema De donde viene el amor (Monte adentro), de Pepe Ordaz, o Décimas al amor, de Luis Paz (Papillo) y Elio Vidal.
También el dueto Amat- Rodríguez insertaron composiciones suyas que le dan al fonograma un aire personal y que no rompen con el concepto central que quisieron brindarle. Así podemos escuchar el instrumental El gallo pinto, firmado por Pancho; y el título que da nombre al CD, escrito por María Victoria.
La idea de hacer Mis raíces ha sido clara: “llamar la atención sobre el caudal tan rico que hay en la música rural cubana y de todo lo que tiene de vivo el género, así como su combinación con otros estilos”, ha dicho a Cubasí Pancho Amat.
La pretensión, explicó, es que la gente se fije, “pues estos temas están tratados con aires de contemporaneidad y hay algunos que han sido compuestos en etapas más recientes”.
Por eso María Victoria ve en este premio se ha ganado, un motivo para “seguir cultivando nuestras raíces”. La cantante piensa que es necesario “darle más atención a la música campesina y ponerla en el lugar que merece”.
De ahí que a toda Cuba llegarán los ecos de este disco, pues sus protagonistas emprenden desde finales de mayo y hasta junio, una gira nacional donde promocionarán el disco.
“Tanto Pancho como yo nos quedamos con los deseos de seguir investigando cosas que están inéditas”, aseguró María Victoria. Algo en lo que Amat coincide. Entonces no dudemos si en un futuro este trabajo continúa.

lunes, 24 de mayo de 2010

Barbarito Torres: el rey del laúd

Siempre se habla de la pasión que sienten los artistas por la música. Cada historia devela elementos interesantes y muestra cuánta imaginación vuelcan luego los músicos en sus creaciones. Así sucede con el laudista Barbarito Torres (Matanzas, 1956), quien tiene una relación especial con la melodía.
Su infancia transcurrió entre notas sonoras. Su padre hacía décimas, era un “fanático del punto guajiro” y tocaba el laúd. A su casa iban algunos de los más grandes poetas y repentistas para “descargar”.
“Los cumpleaños, los velorios de santos..., siempre habían un motivo para formar el guateque, y en ese ambiente crecí”, confiesa Barbarito.
Recuerda Torres las tantas veces que acompañaba a hermana Conchita en las tonadas y temas guajiros que esta última interpretaba. Él la seguía primero con su voz, imitando lo debía tocar el laúd en un punto guajiro, y después la secundaba con el instrumento.
Así creció y se desarrolló en la música Barbarito Torres. Su virtuosismo fue reconocido
con el Premio de Honoren en la recién finalizada Feria Internacional Cubadisco 2010.
—El laúd es un instrumento que tienen una rítmica tremenda, ¿Cómo llegó a él?
—El laúd denota en su ejecución una gran riqueza melódica, armónica y rítmica. Empecé a tocarlo desde muy niño, junto a mi padre y también con mi padrino, Luciano Monet, un gran laudista cubano, desaparecido ya físicamente. Él me dio mis primeras clases, me enseñó los primeros puntos en este instrumento y ya a la edad de 14 años, era un profesional del mismo.
“Luego, en mi etapa de juventud, desarrollé la ejecución de este instrumento en todo tipo de música. Fui el primero que lo sacó de su ambiente original, para hacer cualquier tipo de música, desde la tradicional, hasta el jazz. También lo he llevado, con mucho orgullo a brillar en los escenarios internacionales”.
—¿Piensa que es necesario que en la Isla se potencie su enseñanza?
—Por supuesto. El laúd es uno de los instrumentos más importantes para la ejecución de nuestra música folclórica campesina, y también puede vincularse a otros géneros. Es un símbolo de cubanía. Y es de vital importancia que se desarrolle su ejecución en las jóvenes generaciones, para que no muera la tradición y siempre siga viva.
—Dicen que cuando usted hace sus solos con el laúd el público calla, y que cuando maneja el instrumento a la espalda, salen del auditorio voces de asombro. ¿Cuál es su secreto? ¿Cómo consigue concentrarse?
—Siempre, desde muy joven estudié mucho mi instrumento. Desde niño, el laúd fue mi juguete. Por tanto, conozco todos sus secretos y puedo dominarlo a la perfección. He practicado las formas de tocarlo, y para mí ya eso es algo habitual. Cuando toco, estoy en comunión perfecta con el instrumento, muy concentrado, es como si fuera parte de mi cuerpo y de mi mente. Tocar el laúd para mí es algo muy natural. Eso llama mucho la atención del público.
—Hábleme de su paso por la Orquesta Cubana de Cuerdas y de esa gran experiencia junto a Celina González, en el grupo Campo Alegre.
—La Orquesta Cubana de Cuerdas fue creada por ese gran promotor de la música guajira, el laudista Miguel Ojeda, y estuvo conformada, por los mejores instrumentistas de la cuerda pulsada del género campesino en nuestro país, allá por las décadas del 1970 y 1980.
“Fue un gran honor, un gran placer y una experiencia única compartir en esa agrupación con figuras de la talla de los laudistas Raúl Lima, José Manuel Rodríguez y Juanito Rodríguez Peña —a quien aún tenemos presente—; los guitarristas Ángel Romero, el chino Benemelis y Arsenio Núñez; y los treseros Mongo Huerta y Alcides Mendoza. Todos han sido artistas excepcionales dentro de la música guajira y la tradicional cubana. Todos con mucho que enseñar, con mucha savia donde beber y formarse.
“Fui también laudista del grupo Campo Alegre y estuve durante muchos años con Celina Gonzáles —desde 1986 al 90 aproximadamente. En el año 1992 fundé mi propia agrupación, El Piquete Cubano, que acompañó a Celina, durante varios años”.
—Dos agrupaciones importantes en la escena musical de la Isla lo han acogido. ¿Cómo valora su trabajo en Afro Cuban All Stars y el Buena Vista Social Club?
—Trabajar con el Afro Cuban All Stars, y el Buena Vista Social Club han sido un placer tremendo, ya que son dos agrupaciones imprescindibles en la historia de la música popular cubana.
“Resulta un privilegio compartir con músicos tan importantes y representativos de nuestra cultura musical, como Rubén González, Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Cachaíto López, el Guajiro Mirabal, Juan de Marcos González, Amadito Valdés, Eliades Ochoa, Pío Leyva, Manuel Licea y Omara Portuondo”.
—Cubadisco 2010 apunta su mirada hacia la música campesina. ¿Siente que el género esta siendo olvidado en la discografía y en los medios?
—Sí, pienso que sí. No hay que esperar a que haya un evento dedicado la música folclórica guajira para grabarla. Esta música debe estar presente siempre en las producciones discográficas y en la difusión, a través de nuestros medios masivos.
—Si tuviera que hablar de momentos sensibles en su carrera artística, ¿cuáles enunciaría?
—Cuando recibí la Orden por la Cultura Nacional, eso es algo que un artista siempre desea, poder aportar algo para su país. También cuando me fue otorgada la categoría de Profesor Titular del Instituto Superior de Arte, pues fue ver cómo mis formas de ejecución y mis modos de tocar el laúd, son un patrón para las nuevas generaciones de laudistas. Y lo más importante es el reconocimiento que ha merecido mi trabajo musical en cada escenario dentro de Cuba y fuera de ella.
—¿Qué proyectos llevan el pulso de Barbarito Torres en estos días?
—En estos momentos estoy trabajando y preparando el próximo  disco de mi agrupación Piquete Cubano, y a la vez realizamos conciertos junto a otros músicos invitados.
“Igualmente me presento con la orquesta Buena Vista Social Club en escenarios internacionales. Además, integro un equipo de especialistas que trabaja por la salvaguarda de las tradiciones musicales guajiras, donde investigamos y dejamos plasmado en soportes audiovisuales, las más genuinas tradiciones guajiras.
“Este grupo está liderado por la musicóloga Sonia Pérez Cassola y Patricia Tápanes, especialista de CREART. Con ellas, y otros amantes de esta labor que se nos suman, hemos realizado al álbum doble Soy la décima guajira, que asumió la EGREM el pasado año y que fue Premio Cubadisco en la categoría de música folclórica en esa ocasión.
“Este año hemos culminado un volumen doble que contiene el documental Parrandeando entre las lomas, dedicado a las parrandas campesinas de Florencia y de Arrollo Blanco, dos agrupaciones patrimoniales de la cultura comunitaria campesina, acogido en esta ocasión por la disquera Bis Music y que, por cierto, presentaremos en el marco de Cubadisco 2010”.

viernes, 21 de mayo de 2010

Hechizo de cuerdas en Cubadisco 2010

He estado toda la semana en Cubadisco 2010. Hoy les hablo de la noche especial que viví el miércoles cunado un verso breve, pero profundo hizo meditar a los poetas. La música campesina gravitó entre los bardos boricuas que en el Encuentro del Laúd, el Tres y el Cuatro, tuvo lugar este miércoles, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de la capital.
Acompañados del grupo Mapeyé de Puerto Rico, tres repentistas pertenecientes a distintas generaciones, hablaron de sus influencias en una rima que traía impregnada la tradición de su pueblo. Allí también pusieron otras estrofas, salidas al calor de la musa inspirada en los campos latinoamericanos.
Se asomaron esa noche al recién remozado escenario habanero, agrupaciones y cultores de este tipo de música procedentes de Venezuela, Puerto Rico y Cuba. Todos ellos cumpliendo una invitación del tresero Pacho Amat y su Cabildo del Son, quienes fungieron como anfitriones de la velada.
Para Amat la noche fue singular porque recibió, de manos de Ciro Benemelis, presidente del Comité Organizador de Cubadisco 2010, un reconocimiento especial del certamen. Pancho había recibido en la Gala de Premiaciones del sábado último, el gran premio del evento por su disco Mis raíces (Bis music 2010) junto a la cantante María Victoria Rodríguez; mientras el álbum que grabara con EGREM, Yo traigo un son, se alzó con el lauro en el apartado de música tradicional.
Un momento igual de mágico devino la entrega del Premio Internacional Cubadisco 2010  al grupo Mapeyé y a su director José Antonio Rivera, conocido en el mundo artístico como Tony Mapeyé, por el volumen El ritual de la fiesta Mapeyé.
Entre las actuaciones memorables de la noche estuvo la del boricua Edwin Colón, quien deleitó a los presente con el solo de su cuatro, donde hizo un recorrido por canciones populares de la música cubana.
Muy aplaudidos también fueron los instrumentales interpretados por los venezolanos de Pentarcorde  y el Ensemble 4X4, quienes trajeron consigo la tradición musical de los llaneros de su tierra, donde el joropo es considerado un símbolo del patrimonio sonoro del país sudamericano.  
La poesía y el sonido crearon un enigmático momento la noche del miércoles pasado. Las cuerdas de los laúdes, cuatros y tres estremecieron a un público sensible y seguidor de las costumbres más arraigadas de las naciones latinoamericanas. Así lo palpamos en los acordes impecables y las improvisaciones de los músicos en el cierre del concierto, unido al gran coro de voces en ese popular tema que es Capullito de alelí.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Coro de Camajuaní

Los he extrañado un montón. No he tenido tiempo de escribir algunas líneas porque he estado todo el tiempo en funciones de trabajo, pero, como siempre, les dejo algunas noticias musicales que en estos días he conocido. Estuve a inicios de mayo en el pueblo donde nací. En esa pintorezca localidad una se encuentra con cosas asombrosas. Esta vez me maravillo escuchar desde el portal de la casa de mi abuela, al Coro Profesional de Camajuaní. Lo dirije la maestra Rebeca Orrivarri, que lleva muchísimo tiempo guiando a la agrupación.
Recuerdo a Rebeca en una de esas tardes en las que la tranquila rutina de mi escuela primaria  se trastocaba con algún acontecimiento. Esa ocasión llegó ella para cantar a los pioneros y les confieso que era la primera vez que escuchaba un acople de voces tan perfecto y sin que les hiciera falta instrumento alguno.
En mi visita de mayo, el Coro era invitado por la Iglesia Católica del pueblo para deleitar a los feligreses y, aunque no tengo esa vocación religiosa,  me sumé al público. Supe por su directora que la agrupación fue fundada en 1964 y cuenta con más de una docena de cantores, entre ellos algunos fundadores como la propia Rebeca.  Su repertorio es amplio y abarca la música cubana y universal.
Ha sido una suerte verlos. Les he prometido al volver conversar con ellos con calma y que me cuenten su historia en la música. Pero desde ahora siento que ha sido agradable el saber que en Cuba hay instituciones musicales que, desde los escenarios de las pequeñas ciudades, hacen arte y colorean la cultura de la Isla.