Michael Jackson nos dejó el 25 de junio pasado. Y hoy 7 de julio, en sus funerales, nos separaron de su imagen física. El rey del pop se ha ido, entre el delirio de su música y su danza y las controversias morales, indiscutiblemente ha sido una leyenda artística que marcó el gusto de millones.
No está, pero cuando en las imágenes surja una metamorfosis kafkiana de una noche turbulenta y bailarines dancen a un paso descomunal, todos sabrán que ahí vive Michael , sin misterios morales, solo con su música.
Sus comienzos, en un grupo integrado también por sus hermanos —los Jackson Five— en la mítica década de 1960, le auguraron éxito en lo que sería luego una larga y fructífera carrera artística, que matizó con varios premios Grammy.
Desde el primer disco en solitario de Michael, Got to be there —publicado en los 70—, el cantante fue camaleónico, al ser capaz de moverse dentro del rock, el rhythm and blues, la música disco y, además, bailar en coreografías sorprendentes.
Es con su álbum Thriller que alcanza el estrellato en 1982. Desde el clip que promocionaba el tema principal, Jackson anuncia su visión innovadora de mostrar el estilo que más defendió.
Su música trató de alejarse de los lugares comunes que muchas veces emergen en el pop, y buscó sorprender con temas como Earth song (Canción de la tierra), o junto a 46 voces importantes de su país con el sencillo We are the world, perteneciente al disco U.S.A for Africa, que reunió millones de dólares para ayudar a la población de ese continente.
Pero Michael Joseph Jackson, nacido el 29 de agosto de 1958 en Gary, Indiana, no pudo despojarse de la frivolidad que quizá lo envolvía. Una apariencia lograda a base de operaciones quirúrgicas y tratamientos médicos, y procesos judiciales que dejaron en entredicho sus lados más oscuros, también lo definieron en sus cinco décadas de existencia.
El rey no prescinde de su corona. Su huella musical está tatuada en los millones de seguidores que tiene en el mundo. Adiós rey.
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