lunes, 7 de septiembre de 2009

Los sapos

Hoy hago un alto al hablar de los géneros clásicos de la música de mi Isla. Me detengo en esa otra melodía que, aunque muy popular, igualmente nos perfila. Mi prima Milagros me lo sugería en los mensajes a Música Cubana. Atiendo su petición, porque realmente en el pueblo donde nací, la música también es un personaje que define como un todo a Camajuaní.
Allí, entre barrios que se disputan la corona en las parrandas (carnavales) del pueblo, suena una particular y pegajosa armonía, que arrastra a todos. Los Sapos y Los Chivos compiten cada año y cuentan con innumerables seguidores.
Se edifican carrozas a ambos lados del parque de Camajuaní y les comento que es un honor ser escogido para tal presentación. Pero lo que más me agrada es el changüí. No hay compostura con ello. Me divierte ver cómo músicos de oficio suenan la corneta, sartenes, tambores y maracas y otros instrumentos —algunos con otros usos en la vida cotidiana—, y hacen arrollar a todos.
El changüí de Los Sapos es simplemente espectacular, con su propio canto a San José, el nombre oficial del barrio. Cuántas veces arrollé por la calle del parque y bajé por la Leoncio Vidal con ese ritmo. Asumo que soy simpatizante de ese barrio, y pido perdón a quienes siguen al barrio de Santa Teresa y me leen.
Una descubre, entre los compases de esa música, que Cuba se perfila desde cada parte que cuida con celo la tradición. También desde esas nuevas ideas que muchos ya llevan a la práctica. Recuerdo con orgullo aquella comparsa de niños que el barrio de Los Sapos preparó en el año 1987 u 88. Allí, entre los extensos ensayos para que todo quedara perfecto y la confección del traje que luciría, la imagen de mi tía Bella no se me borra. Ella, con su rostro satisfecho, arrolló a mi lado cantando una de esas canciones que solo los que siguen el barrio San José saben entonar. Y yo, a tantos años del suceso, no dejo de sonrojarme y confesar que ese fue mi primer baile público, también donde canté junto a otros. Me alegro de haberlo vivido. Gracias a mi prima Milagros por ayudarme a recordarlo.

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