He estado toda la semana en Cubadisco 2010. Hoy les hablo de la noche especial que viví el miércoles cunado un verso breve, pero profundo hizo meditar a los poetas. La música campesina gravitó entre los bardos boricuas que en el Encuentro del Laúd, el Tres y el Cuatro, tuvo lugar este miércoles, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de la capital.
Acompañados del grupo Mapeyé de Puerto Rico, tres repentistas pertenecientes a distintas generaciones, hablaron de sus influencias en una rima que traía impregnada la tradición de su pueblo. Allí también pusieron otras estrofas, salidas al calor de la musa inspirada en los campos latinoamericanos.
Se asomaron esa noche al recién remozado escenario habanero, agrupaciones y cultores de este tipo de música procedentes de Venezuela, Puerto Rico y Cuba. Todos ellos cumpliendo una invitación del tresero Pacho Amat y su Cabildo del Son, quienes fungieron como anfitriones de la velada.
Para Amat la noche fue singular porque recibió, de manos de Ciro Benemelis, presidente del Comité Organizador de Cubadisco 2010, un reconocimiento especial del certamen. Pancho había recibido en la Gala de Premiaciones del sábado último, el gran premio del evento por su disco Mis raíces (Bis music 2010) junto a la cantante María Victoria Rodríguez; mientras el álbum que grabara con EGREM, Yo traigo un son, se alzó con el lauro en el apartado de música tradicional.
Un momento igual de mágico devino la entrega del Premio Internacional Cubadisco 2010 al grupo Mapeyé y a su director José Antonio Rivera, conocido en el mundo artístico como Tony Mapeyé, por el volumen El ritual de la fiesta Mapeyé.
Entre las actuaciones memorables de la noche estuvo la del boricua Edwin Colón, quien deleitó a los presente con el solo de su cuatro, donde hizo un recorrido por canciones populares de la música cubana.
Muy aplaudidos también fueron los instrumentales interpretados por los venezolanos de Pentarcorde y el Ensemble 4X4, quienes trajeron consigo la tradición musical de los llaneros de su tierra, donde el joropo es considerado un símbolo del patrimonio sonoro del país sudamericano.
La poesía y el sonido crearon un enigmático momento la noche del miércoles pasado. Las cuerdas de los laúdes, cuatros y tres estremecieron a un público sensible y seguidor de las costumbres más arraigadas de las naciones latinoamericanas. Así lo palpamos en los acordes impecables y las improvisaciones de los músicos en el cierre del concierto, unido al gran coro de voces en ese popular tema que es Capullito de alelí.
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