viernes, 31 de mayo de 2013

No podemos perder la sabrosura en nuestra música

Irving Frontela encuentra en el violín el modo ideal de expresión musical. Es esa misma pasión con la que habla de célebres instrumentistas cubanos como Brindis de Sala y José White la que brota cuando toca en algún concierto de los Van Van, orquesta que integra desde inicios de los 2000, y en otros donde clásicos aparecen en las partituras de genios como Mozart, Beethoven o Bach.

Frontela escribe sus propias composiciones y produce discos. Es la conjugación de tales labores donde también se siente realizado. Si se le pregunta por proyectos, responde que le gustaría estar mucho tiempo en los estudios de grabación para registrar mucho de lo bueno que acontece en la Isla, y aprender de cada artista que conoce.

Nacido en La Habana, Irving proviene de una familia de músicos, comenzando por su abuelo Regino, que dirigió la orquesta Melodías del 40. Su madre también es pianista, al igual que sus hermanas Ivón e Ivet, quienes ya acumular buenos resultados en concursos nacionales e internacionales.

Una formación sólida, alcanzada en escuelas como la Manuel Saumell y la Nacional de Arte, avala a este novel músico de 36 años que aprecia la acertada idea de Cubadisco 2013 de reverenciar al violín.

“Cuba ha dado muchísimos violinistas y algunos de ellos muy famosos. El evento será una oportunidad para intercambiar con todos, tanto con instrumentistas clásicos como populares, porque lo que no creo es que estemos separados, pues somos los mismos, cursamos las mismas escuelas”, opina.

Fueron la Violinada, espectáculo que tuvo lugar este mes de mayo en el Teatro Nacional como parte de Cubadisco 2013, así como otras presentaciones de este evento fonográfico, buenos momentos para disfrutar del virtuosismo de Frontela.

Allí se constató esa integral manera de ver la melódica del artista, quien se considera un músico clásico, al que le gustan todos los géneros. Y lo anterior puede palparse en una breve mirada a su carrera, la cual comenzó a los 17 años con el grupo que acompañaba a Liuba María Hevia, aunque desde la ENA, ya figuraba como concertino de la Camerata Música Eterna. Participó también en discos de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Y fue en una de sus estancias en los estudios de grabación que le sorprende la posibilidad de integrar los Van Van.

Irving asegura que no lo esperaba. Sucede, relata, que “a veces hay que estar en el momento y el lugar preciso. Pasó que de los tantos discos en los que estaba participando, mi profesor Giovanni Conlledo me invitó a grabar un disco en Abdala, producido por Dagoberto González, violinista del grupo de Pablo Milanés.

“No sabía que el fonograma era de los Van Van. Me enteré cuando vi llegar a los músicos. Imagínense, fue el álbum Van Van is here (Llegó Van Van), con el que luego se ganó el Grammy. Algo que me puso muy contento pues como invitado también me llegó ese reconocimiento.

“Luego de grabar con Lucecita Benítez en el estudio PM Record, Dagoberto González me llama y me dice: «¿Quieres entrar a Van Van?». Esa noche se me quitó el sueño. Es que en verdad no sabía que Pupy (César Pedroso) se había ido y junto con él, el violinista. Me llamaron y estuve contentísimo. Hicimos dos ensayos y ya comenzamos a actuar, aunque ya me conocían del disco que mencioné”.

¿Cuánto significa para un joven músico estar junto a Formell?, le pregunto. Frontela pone rostro de admiración y solo atisba a decir: “Lo conocí realmente el día del primer ensayo”. Entonces toma un segundo y comenta: “Estoy orgulloso de estar en su orquesta y de compartir con él en esta época. Es una persona con una historia inmensa”.

—El “tren” de la música popular tiene un set de violines muy fuerte, lo cual denota el papel importante que se le da en la sonoridad.

—Formell dice que un disco es una obra maestra que tiene que quedar como el mejor cuadro que pintó Van Gogh o Picaso, porque es lo que trasciende. Desde que mi entrada en la orquesta hasta la fecha, grabo las cuerdas e invito en ocasiones a otros colegas para que estos instrumentos suenen más sonoros, pues somos dos violinistas nada más. Incluyo ahí también la viola y el cello. El director me dio esa responsabilidad y eso es un orgullo para mí.

“En Chapeando, que estuvo nominado a los Grammy, invité a un cuarteto de cuerdas. He continuado hasta ahora ese trabajo de enriquecer las cuerdas, aprovechando esta sonoridad moderna, el avance de la tecnología y el cambio tímbrico de los instrumentos”.

—¿Qué papel le concedes al violín dentro de la música popular bailable?


—Van Van tiene casi el mismo formato de la Aragón, con la diferencia de que esta última no posee trombones. Las cuerdas son muy importantes. Vienen del formato charanga, suavizan la sonoridad y ofrecen melodía. Queremos darle mayor trascendencia en el cuerpo del número, que no solo se resuma al estribillo. Ahí Formell es un genio, pues ha introducido, desde el principio de Van Van, a los violines no como un elemento sinfónico.

“En la música popular puede hacerse mucho con ese instrumento y en ello estamos en la orquesta. Todo sin perder la sabrosura, porque hay que mantener la elegancia de la música y respetar esa célula rítmica que Formell ha creado”.

—Hay otras agrupaciones con una fuerte presencia de ese instrumento, ¿crees que el violín las distingue?

—Perfectamente. Mira en el Trabuco, por ejemplo, Manolito Simonet tiene un violín y un cello, concibiendo una sección de cuerdas aún más completa. Todo eso viene del formato charanga y él quiso mantenerlo. Eso los diferencia. La Aragón es una escuela en ello.

Entonces le recuerdo a mi entrevistado que varias agrupaciones, incluyendo la Original de Manzanillo y Cándido Fabré y su banda, también lo han hecho y es una forma de conservar esa sonoridad nuestra. “Todo se puede hacer, lo que no debemos perder es el estilo. Se pueden cambiar los instrumentos y lograr que la sonoridad sea más moderna, pero hay que cuidar los arreglos de los violines para que no se pasen los niveles y se pierda la esencia del género. Por eso todas las orquestas que has mencionado se mantienen hasta ahora”, me explica.

Es la evolución del violín una constante en la conversación con Irving. Le pido detalles de ese ascenso interpretativo, y por qué no, en el área de la composición. Para mi interlocutor, todo parte de la académica. Hoy por hoy, señala, “se ha desarrollado tanto y las escuelas han ayudado mucho, pues forman de un modo integral, completo. La academia dota de técnica, desarrolla musicalmente porque si no se tienen los recursos técnicos para cumplimentar lo que posees en la cabeza, se queda ahí”.

Cuando introduzco el tema de las definiciones musicales —si popular o concertante—, Irving me interrumpe para asegurar que es un violinista clásico. “Lo defiendo”, afirma y enumera las muchas oportunidades que ha tenido para ofrecer conciertos.

“He tenido experiencia en ese campo, a la par de los Van Van. Cuando he querido hacer un concierto he reunido a músicos populares para tocar música clásica. Hace poco salió un DVD de un amigo francés que quiso rescatar la obra de Le Chevalier de Saint-George, un compositor de Guadalupe. Le Chevalier fue de la época de Mozart, pero negro y con el racismo imperante no trascendió. Escribió muchísimas partituras, pero quedó casi sepultado.

“El DVD se llama El Mozart negro en Cuba y recoge la actuación que hicimos en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís. Allí participaron el bajista Yandy Martínez, de Habana D’ Primera, Anolan González, (viola) del Conjunto de Música Antigua Ars Longa, Lester Monier, cellista de la Sinfónica Nacional, William Roblejo, quien tiene su trío. Muchos de ellos tocan música popular y tienen la capacidad de desdoblarse e interpretar la clásica”.

Otra de las aristas que defiende, Irving Frontela es la de la producción musical. Si bien esta ha sido una rama explotada por él, es el volumen Versátil, del flautista Guillermo Pedroso, su estreno en estas lides. El fonograma, aún en la fase de la masterización, contiene una suite del compositor Claude Bolling, además de una zamba de Miguelito Núñez y un danzón de Pancho Amat.

—¿Qué hay que tener en cuenta para producir discos?

—La producción no es más que el buen gusto del músico, y lo he constatado por mi corta experiencia en este campo y sin que nadie se ponga bravo. Porque al final el que tiene que decidir es el músico.

El artista explica que se encuentra en un constante aprendizaje salido del estudio del estilo de los violinistas cubanos Brindis de Salas, los hermanos Lázaro y Dagoberto González, y Sopilón (José A. Pérez Fuentes), así como el israelo-estadounidense Itzhak Perlman. “Tienen una consolidación y una madurez musical que me aportan”, destaca.

Lleno de planes inmediatos, el artista adelanta entusiasmado uno de los que le ocupa mucho tiempo creativo: “Tengo pensado hacer un disco de mejores bandas sonoras de series y películas cubanas”, aunque no ofrece mayores detalles. Pero es Van Van, el gran proyecto en el que Irving Frontela está inmerso y al que continuará perteneciendo. Es esa orquesta que le inspira decir: “Estoy todo el tiempo arriba del tren”.

1 comentario:

  1. Qué bueno encontrar esta entrevista para conocer un poco más de Frontela, quien creo es uno de los mejores aportes que la orquesta Los Van Van ha dado en los últimos años.

    ResponderEliminar