jueves, 30 de mayo de 2013

Los secretos de la música cubana están en su ritmo y melodía



Con una dedicación austera, Manolito Simonet escuchaba con atención los acordes de varios instrumentistas en los habaneros Estudios Abdala. Perfeccionó cada detalle de la Violinada, un espectáculo donde el violín fue protagonista de Cubadisco 2013.

Simonet aseguró, en los breves momentos que su apretado tiempo de grabación le permitía, que este proyecto reverencia a un instrumento clave en la música popular. “Ha sido básico, fundamental, y se han hecho muchas cosas interesantes”, opinó el líder del Trabuco.

Le pregunto por Sin freno, el último de sus discos, que ya se escucha en la radio.

—¿Podrías darnos detalles?

—Ya está en fábrica. No compite en Cubadisco 2013, pues saldrá unos días después de que se desarrolle el evento. Esperamos presentarlo en la edición del próximo año. Quizá cuando compita sea un álbum “viejo” y eso sucede muchas veces con este certamen.

“Hay muchos temas que son populares ya: La cuenta no da, Déjala que siga y Chiquita. Te comento que Sin freno lo componen 12 temas, de varios autores. Están como in

vitados Germán Velasco (saxofón), Jorgito, cantante de los Cuatro, quien interviene en un número, y Yulién Oviedo, que aparece junto a Ricardo Amaray en una bachata, que dedicamos a ese público dominicano que nos sigue”.

—Tu orquesta irrumpió hace 20 años en el panorama sonoro de la Isla y siempre deviene interrogante la fórmula del Trabuco en el logro de una sonoridad propia.

—Hay muchas cosas que pueden distinguir un grupo. En mi orquesta son dos elementos fundamentales: la combinación de los metales con los violines, cuya base es la de una orquesta charanga y los metales acompañan a esos violines—aquí se nota esa herencia de las Maravillas—; y la influencia que se percibe en el piano y el bajo de formaciones musicales como los conjuntos.

—En una ocasión habías dicho que no hacías concesiones en los textos que escribes para el Trabuco, pues el bailador se merecía, ante todo, respeto.

—Sin pasar por alto el doble sentido y la picardía que siempre se han utilizado en la música cubana, no creo necesario atacar a las mujeres para poder llegar al público. Nuestra música ha trascendido en el mundo por su ritmo y melodía. La prueba es que se ha colocado en el corazón de personas que no hablan español y se identifican con lo que escuchan.

“No es factible caer en un texto desagradable para conectar con la gente. Debe haber una letra bonita, una buena melodía y un buen concepto del ritmo. Estos elementos hacen que te sigan y ello lo han demostrado compositores como Juan Formell, a quien admiro mucho. No hay ningún tema del líder de los Van Van que el público rechace y esa orquesta lleva más de 40 años en el primer lugar de la preferencia de los cubanos. Siempre han sido la crónica social o las vivencias de mucha gente de las que ha escrito Formell sin la necesidad de atacar.

“Lo mismo sucede con los humoristas. He ido a muchos de sus espectáculos y no apruebo que haya necesidad de atacar a alguna persona del auditorio para hacer reír. Cuando hay recursos no hay que acudir al que no se peinó o al del color más oscuro para que la gente se divierta. Eso pasa cuando haces un texto negativo para conectar con los bailadores”.

—¿Piensas que en los últimos años ha habido un cambio en el bailador cubano?

—Han cambiado mucho y ha sido precisamente porque han desaparecido los festivales de baile, esos que se llaman carnavales. Les llamo festivales porque, por ejemplo, a mi Camagüey natal iban 50 orquestas a tocar en igual número de espacios y la gente estaba hasta las 6:00 de la mañana bailando. Lo mismo con las agrupaciones que con el órgano. Y se aprendía a bailar de todo, porque actuaba Pacho Alonso y tocaba pilón, la Revé con el changüí, Rumbavana con el son montuno...

“La gente estaba todo el año bailando, ya que el carnaval comenzaba y terminaba en enero, porque recorría la Isla. Los bailadores viajaban de una provincia a otra y eso hizo que el mundo desviara su atención hacia Cuba. Esa es la razón por la que nuestra música ha estado unida al baile. Eso desapareció y ahora se hacen las fiestas populares.

“Si falla uno de esos elementos, el otro se debilita, porque son un binomio. Al disminuir los carnavales se debilitaron las orquestas y, por ende, los bailadores. Sucede que hay lugares en la actualidad a los que se puede ir a bailar, pero no todos pueden pagar lo que cuesta la Casa de la Música. Realmente 300 personas que asisten a esos locales no son una muestra significativa de ese pueblo que nos sigue. Todo ello ha atentado contra nuestra melodía”.

—Ahora que mencionas a tu Camagüey natal, deberías contarnos de tu estancia en las Maravillas de Florida.

—Fue mi escuela. Estuve nueve años. Es una orquesta que se creó en 1948 y se llamó primeramente Armonía del 48 para luego, en la década de 1950, tomar el nombre de Maravillas de Florida. Estuve en esa agrupación en tres oportunidades: las primeras dos veces como suplente, y ya en su staff en los años 80, primero como pianista y después como director.

“Cuando entré no me lo creía. Había terminado el Servicio Militar Activo. Tenía una forma de hacer los tumbao del tres en el piano que a todos les gustaba, aunque no me creía un pianista. Aún hoy no me lo creo”.

—Tocas tres, bajo, percusión y piano. ¿Algún detalle de dónde aprendiste tantos instrumentos?

—Pues soy autodidacta. Hace rato que no toco la percusión aunque sí el tres y el bajo. Saber ejecutar estos instrumentos me permite expresar lo que deseo hacer con la sonoridad de mi orquesta.

«Soy un músico empírico, sin embargo tuve buenos maestros como el pianista Eduardo Cana y mi tío, el tresero Ramón Hernández (Sonsito). Cuando me mudé a La Habana aprendí mucho con el Niño Rivera, Pancho Amat y Papi Oviedo. Porque siempre me gusta ampliar mis conocimientos”.

—Hay algo importante que no hemos destacado y es que eres productor musical, algo que desempeñas con éxito.

—Empecé a participar en producciones musicales, pero no como productor. Me llamaban Germán Velasco y Joaquín Betancourt para que hiciera las orquestaciones de algunos temas y me fui metiendo en ello. Cuando el Trabuco firmó con la disquera Eurotropical tuvimos la posibilidad de grabar en Islas Canarias. Fue allí donde aprendí, pues los dos grabadores que trabajan conmigo eran músicos y productores y me develaron los secretos de esa labor en los siete años que estuvimos con esa casa discográfica.

“He hecho producciones a artistas internacionales como Los Sabandeños, la Sinfónica de Barcelona y el septeto Los troveros de a siete, todos de España; la orquesta Camagüey de Perú, el nicaragüense Luis Enrique y los jamaiquinos Bahamed.

“Aquí he trabajado con casi todo el mundo: Waldo Mendoza, Rumbatá, Vania Borges, de quien acabo de terminar un CD y será un éxito; y Tania Pantoja, con la que comienzo dentro de poco, entre otros. También hago esa labor en mis discos, en lo que me gusta llamar a muchos músicos, para que me den ideas y toquen en ellos.

“Lo fundamental en la producción es dominar el estudio, saber qué efecto, compresor o microfonía quieres utilizar y la sonoridad que deseas lograr con cada instrumento. Es mucho más que conocer de música”.

—Manolito, ¿has llevado la música a tu familia?

—Tengo tres hijas. Ahorita hago la orquesta de las Anacaonas (ríe). La mayor, Caridad, es graduada de nivel medio de piano, pero siempre le gustó el diseño y al final se decidió por esta última profesión. La segunda es Amanda y tiene 12 años. La más chiquita se llama Daniela, de 5, y te garantizo que será tremenda artista, por las cosas que hace desde ahora.

—Al analizar la música cubana actual, reconocidos soneros han manifestado que no ven un relevo serio. ¿Manolito Simonet suscribe o desmiente tal afirmación?

—Me sumo al primer criterio. Ya lo he dicho: Mientras Cuba no tenga el gran festival de la música popular bailable (el carnaval), la juventud que viene incorporándose, se va por otras vertientes que les resultan a lo mejor, más fáciles económicamente y van abandonando este estilo.

“Ello es un gran peligro para la música cubana porque hay muchas cosas que se hacen en la Isla que no son representativas nuestras. Realmente si fuera escuchar un baladista de aquí, creo que con esta mano me sobraría para oírlos, ya que la balaba está tan bien representada internacionalmente, porque han estado toda la vida haciéndolo.

“Nosotros hemos sido intérpretes de boleros, no de baladas. Me imagino que si alguien desea escucharlas escoja las que se hacen en muchas partes del mundo, amén de que hay quienes en nuestro país la defienden muy bien y es bueno que se cultive.

“Pero la real música cubana, la que ha trascendido en el mundo, es la que tiene sus ramificaciones en el chachachá, el bolero, el danzón, el mambo, el son montuno y la guaracha. Hay una riqueza incalculable en lo nuestro. En Cuba se hace muy buen rock, balada y reguetón, no obstante, hay que ver qué es lo que verdaderamente nos representa y en eso tienen mucho que hacer los medios de difusión. Son responsables de que la Isla pueda continuar en el corazón de los bailadores del mundo entero.

“No quisiera que mis criterios se interpretaran como un ataque a otros géneros. No. Simplemente respondo a tu pregunta de si se aprecia un relevo serio en la música popular bailable. Y aprovecho la oportunidad para felicitar a los últimos grupos que se han incorporado a esta sonoridad como Habana D’ Primera, que dirige el virtuoso trompetista Alexander Abreu, y Salsa Mayor, guiada por Maykel Blanco Ellos son jóvenes que no escogieron otro camino. Este género es muy difícil. Hay que escribir para varios instrumentos porque son grandes orquestas y no lo puedes hacer mal, porque el público siempre se da cuenta”.

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